Isaías 1191-10; Sal 71, 1-2. 7-8. 12-13. 17; Lucas 10, 21-24

He escuchado que un gran centro comercial ha puesto para adornar su fachada para las fiestas de Navidad unos muñecos que representan “El mundo de los caramelos”. Un mundo dulce, animado por cancioncillas también dulces que hará la delicia de los niños y el infierno de los diabéticos.
Podría ser el marco ideal para imaginarse la lectura del profeta Isaías de hoy, pero prefiero ponerle el marco de la exposición de “Las edades del hombre” de este año en Segovia. Así, así, bien colocaditos ante esa cantidad de imágenes de Cristo crucificado y poniendo en los ojos de nuestra mente la pasión de Cristo es como creo yo que habría que leer el Evangelio de hoy.
¡Pero hombre, que nos estamos preparando para la Navidad!. ¿No se da cuenta de que lo que pega son los corderitos, pastorcitos, lucecitas, regalitos…? Sí, claro, y toda esa serie de palabras que sonrojarían a Ned Flanders, el de los Simpson. Tiempo de paz y de amor, de buenos deseos y buenas comidas de empresa.
“¡Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis!” Y vemos a Cristo en la cruz. “Todo me lo ha entregado mi Padre”. Y vemos a Cristo desnudo. Pero si afinamos el oído oiremos “Todo está cumplido”. Ese “Todo” es realmente “Todo”. El cántico de Isaías que escuchamos en la primera lectura como un nuevo Edén tiene que abrirse con la entrega total del niño que nació en Belén. Sólo la entrega total de ese niño- Dios hecho hombre- lleva a la “alegría del Espíritu Santo” y es capaz de hacer que el ángel que guarda el paraíso levante su espada llameante para que pueda volver a gozarse en la paz de Dios.
Dichosos pues, porque no tapamos la vida entera de Jesús con un mundo de caramelos, ni falsas alegrías, ni brindis forzados. La alegría completa de estos días viene de la sencillez, ver en el bebé de Belén al Redentor muerto y resucitado, que se entrega totalmente, sin reservarse nada, cumpliendo todo lo que el Padre le pide. Saber que esa “enseña de los pueblos que buscarán los gentiles y será gloriosa su morada” es la Cruz de Cristo. Procura ser sencillo y descubrirás que la cruz no es tan amarga ni la navidad tan dulce. La alegría no es patrimonio de los Teletubbies, sino de los santos. Acompaña estas semanas de Adviento a María, tu madre, desde la Anunciación a Belén; de Belén a la vida pública; de allí a la Cruz, de la cruz a el glorioso día de la Resurrección hasta hoy, en cuerpo y alma junto a su Hijo en el cielo. Junto a ella dirás- si eres sincero- yo también me quiero entregar del todo, no al mundo de los caramelos sino al Reino de Dios. Inspirado por el temor del Señor dirás: “Ven, Señor Jesús.”