Isaías 40, 25-31; Sal 102, 1-2. 3-4. 8 y 10; Mateo 11,28-30

“Erupciones cutáneas, náusea, dificultad para conciliar el sueño, somnolencia, ansiedad, nerviosismo, debilidad, falta de apetito, temblores, sequedad de la boca, sudoración, disminución del impulso sexual, impotencia o bostezos” éstos son los efectos secundarios de un famoso medicamento antidepresivo que, desde primeros de año, se puede administrar en Estados Unidos a niños de 8 años en adelante. A día de hoy parece que se administra a más de 300.000 niños menores de 12 años.
Sinceramente- con todo el respeto que me merecen los padres con hijos problemáticos- si yo tuviese un hijo con 10 años y me dijesen que está deprimido me pegaría de tortas. A lo mejor le he enseñado la fórmula de la felicidad según unos famosos investigadores: La felicidad es el resultado de la ecuación P + 5E + 3A. Ciertamente eso deprime hasta al más optimista.¿Que el niño no juega?. Antidepresivo al canto. ¿Que juega demasiado?. Otro antidepresivo. ¿Que está un fin de semana con el padre, y al siguiente ha de estar con la madre?. Otra pastillita. ¿Que está más con la vecina que con sus progenitores? Pildorita que te crió. ¿Qué hablarle de tener un hermano le suena a ciencia ficción?. Abre la boquita. ¿Que oye más veces “cuánto me cuestas” que “cuánto te quiero”? Está deprimido. Luego se da el paso natural de una pastillita a otra y… ¿Con quién se juntará mi hijo para aprender a tomar éxtasis?. Los efectos secundarios.
“Se cansan los muchachos, se fatigan, los jóvenes tropiezan y vacilan” nos dice hoy el profeta Isaías. Delante de Dios no somos sino niños, y cada día tomamos más “antidepresivos” espirituales. Me da cierta pena cuando ocurre una catástrofe y acuden una legión de psicólogos a consolar a los familiares de las víctimas. ¿Qué les dirán?. “La muerte es un reflejo del super-yo inherente al tú inconsciente. Haga deporte.” No sé.
“Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré”. “Los que esperan en el Señor renuevan sus fuerzas, echan alas como las águilas, corren sin cansarse, marchan sin fatigarse”. Sólo el saber que Cristo nos muestra a Dios Padre que nunca se cansa de estar con nosotros, que no se ha reservado ni a su propio Hijo, sino que lo entregó como propiciación por nuestros pecados, que siempre nos perdona; que por muy bueno que pensemos que es, resulta que “ni ojo vio ni oído oyó las maravillas que el Señor tiene reservadas para los que le aman”… Eso, sólo eso, es suficiente para pacificar el alma y tranquilizar el cuerpo. Aquí no hay sitio para la depresión y quien busque sustitutivos es un inconsciente.
Pídele a tu Madre la Virgen- que tiene bastante trabajo en su casa atendiendo cada pena y alegría de sus hijos que no tiene necesidad de buscarse trabajo fuera de casa- que te enseñe a decir de verdad: “Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador”. Efectos secundarios: Resurrección del cuerpo, alegría, sueño placentero, alma despierta, esperanza, paz de corazón, fortaleza, hambre de Dios, esperanza, anuncio del Evangelio, entrega gozosa, ganas de amar más, fecundidad de vida, sonrisa…