Sofonías 3, 14-18a; Is 12, 2-3. 4bed. 5-6 ; Filipenses 4, 4-7; Lucas 3, 10-18

Hoy domingo seguramente te has levantado un poco más tarde de lo habitual. Tomas el café y piensas en lo que tienes que hacer hoy. Son tantas cosas y disponemos de tan poco tiempo… Pero te reto a que leas muy despacio las lecturas de la Misa de hoy.
¿Qué tienes que hacer hoy?. Ser feliz. Los domingos de Adviento nos hablan de la felicidad pues “el Señor está cerca”. Pero, pensarás, yo no siempre soy feliz: Tengo muchas preocupaciones, el trabajo me mata, estoy enfermo, tengo una casa que atender, ciertos compromisos…, pospondré el “júbilo” para cuando me “jubile”.
Seguro que has visto a niños pequeños que tienen hermanos mayores en el mismo colegio. Caminan con la seguridad del que se va a comer el mundo. Si algún otro chico se mete con él o le quita el balón en seguida le dice: “Que llamo a mi hermano” (o a mi primo el de zumosol) y sabe que está todo solucionado. Vive sin problemas en el colegio, todo está dominado, su hermano (o el primo de zumosol) acudirá presto si hay algún problema. Por el contrario el niño que no tiene amigos ni hermanos (ni tiene un primo cachas que echarse a la boca) se vuelve retraído, introvertido, tímido. No quiere problemas con los que son mayores y más fuertes aunque a veces él mismo abuse de los más pequeños y débiles.
¿Cuál es el secreto de la felicidad?. “Viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego; tiene en su mano el bieldo para aventar su parva y reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga”. El secreto de la felicidad es saber que no somos los mejores ni los únicos, ni tan siquiera somos indispensables para el buen funcionamiento del mundo. “¿Entonces, qué hacemos?”. Rezar. Cuando el sacerdote levante la Hostia en la Misa piensa: “El Señor está cerca”.Está ahí a unos pocos metros, estará físicamente en tu interior dentro de unos instantes, no lo mereces pero Él ha querido entregarse así. En esos momentos regálale todas tus preocupaciones, tus dolores, tus inquietudes, tus pesares, tus prisas… y descubrirás que sólo Él es indispensable. Si acaso te encuentras sin fuerzas escucha la antífona de comunión que el sacerdote dirá antes de acercarte a comulgar: “Decid a los cobardes de corazón: Sed fuertes, no temáis. Mirad a vuestro Dios que viene y nos salvará”. ¡Que gran hermano mayor!. Ahora caminaremos por el “colegio de la vida” sabiendo que tenemos quien nos custodie. Marcharemos con la seguridad de saber que no somos indispensables pero sí somos necesarios y queridos. Entonces no nos sentaremos en el rincón del patio de la “escuela humana” con miedo a qué dirán o con pánico a que se metan con nosotros. Haremos lo que tenemos que hacer, e incluso más, porque caminamos sin miedo sabiendo que “Él se goza y se complace en ti, te ama y se alegra con júbilo como en día de fiesta”. Será entonces cuando “la paz de Dios, que sobrepasa todo juicio, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”.
¿Qué tienes que hacer hoy?. Busca la felicidad en Dios, que nunca es tarde para encontrarla. María es la mejor guía, síguela.