Isaías 7,1O-14; Sal 23. 1-2. 3-4ab. 5-6; san Lucas 1, 26-38

Un año más me ha llegado el recibo del seguro del coche y ha dejado tiritando la cuenta del banco. Es curioso esto de los seguros, las prestaciones que has contratado ocupan unas pocas líneas y, a continuación, aparecen tres folios a doble cara que -con letra minúscula-, llenan la póliza de limitaciones, exclusiones, derechos del tenedor exigencias al tomador y todo con un lenguaje correoso y ambiguo para que pueda agarrarse a multitud de interpretaciones que favorezcan al que tenga mejores abogados (habitualmente las compañías de seguros).
Seguimos caminando hacia Belén con Santa María y San José, escuchando su conversación y aprendiendo de ellos. Diría San José: “¿Cuéntame otra vez la visita del ángel?” y la Virgen le relataría el evangelio de hoy. ¡Que divina sencillez!. No hizo falta abogado, no había letra pequeña ni exclusiones de contrato, no hizo falta firmar duplicados ni renovarlo anualmente; sólo hizo falta la palabra y… ¡la Palabra se hizo carne!. Así es la sencillez de Dios que nos desborda y anonada. Cuando somos complicados no somos de Dios. “Pide una señal al Señor tu Dios” le dijo el Señor a Acaz; si el Señor nos pidiese ahora una señal ¿qué pediríamos?. Seguramente algo complicado, espectacular, deslumbrante y en lo que tendríamos también nuestro pequeño protagonismo, sería como una gran fiesta de nochevieja en la que el gran protagonista fuese Dios pero sin renunciar a que nuestro nombre apareciese en los créditos. “¿No os basta cansar a los hombres, que cansáis incluso a mi Dios?”. Por muy espectacular que fuese nuestra divina puesta en escena pediríamos certificados de eficacia, seguro contra decepciones y tres folios a doble cara que -con letra minúscula-, nos exonerasen de responsabilidad si tropezásemos con una legión de incrédulos. La grandeza de Dios es su sencillez y la sencillez de María es su grandeza. Dios no necesita ideas para hacer una “puesta en escena” espectacular, sólo necesita un acto de fe “hágase en mí según tu palabra” y la confianza de María para que esté “Dios-con-nosotros”;¡¡que maravilla!!.