San Juan 2,22-28; Sal 97, 1-2ab. 2cd-3ab. 3cd-4; San Juan 1, 19-28

“Si permanece en vosotros lo que habéis oído desde el principio, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre; y ésta es la promesa que él mismo nos hizo: la vida eterna”. Los medios de comunicación parecen ejercer una gran influencia en nuestra sociedad actual. Además, uno de los factores que han hecho que el mundo mediático prolifere, y resulte más ágil y rápido, es el uso de las nuevas tecnologías, en especial internet. Sin olvidar los beneficios que se pueden obtener con el uso de estos medios, existe también el peligro de su manipulación, o el empleo interesado y sesgado, que van más allá del mero hecho de informar. Os contaré un ejemplo.

El domingo pasado, fiesta de la Sagrada Familia, el Cardenal Arzobispo de Madrid, D. Antonio María Rouco, pronunció una homilía (que podéis obtener en la siguiente dirección de la página web de la Archidiócesis de Madrid: https://www.archimadrid.es/princi/menu/vozcar/framecar/homilias/2003/28122003.htm ) en la Catedral de la Almudena con motivo de dicha festividad. Es uno de los párrafos de la homilía se lee lo siguiente: “Al pretender equiparar a la familia, nacida y entrañada en el matrimonio indisoluble del varón y la mujer, a uniones de todo tipo, incluso, a las incapaces por naturaleza para tener hijos, se termina por la destrucción institucional sistemática de la célula primera de la sociedad. Las dramáticas consecuencias del rechazo del modelo de Dios no se han hecho esperar. Están a la vista de cualquier observador y conocedor objetivo de lo que está pasando en el momento actual de Europa: sociedades avejentadas, amenazadas por una más que probable quiebra de los sistemas de su seguridad social, crecientemente insensibles a las exigencias de la solidaridad mutua, nacional e internacional, hoscas y sin pulso creador, en las que se multiplica el dolor y sufrimiento de los niños y de los jóvenes por las rupturas de sus padres y la pérdida del insustituible ambiente familiar que se crea y se recrea al calor del hogar paterno”.

Pues bien, los medios de comunicación (radio, televisión, prensa, publicaciones en internet,…), han dado el pábulo suficiente para que colectivos de “parejas de hecho”, no sólo se hayan sentido discriminados, sino que han visto en dichas declaraciones del Cardenal una ofensa directa a sus derechos más fundamentales, como puede ser el que los homosexuales “tengan” hijos.

“Yo soy la voz que grita en el desierto: Allanad el camino del Señor”. Más allá de entrar en un debate acerca de la condición sexual del ser humano, se trata de que los cristianos no perdamos nunca de vista ese camino que, iniciado por Cristo, nos lleva a entender que una de las cosas que nos pueden ayudar a clarificar la verdad es saber estar unidos a nuestros pastores (incluso interviniendo en los medios de comunicación antes aludidos), sobre todo cuando éstos dan la cara por proteger y defender aspectos que son realmente esenciales para nosotros, como puede ser el auténtico sentido de la familia…. Quien tenga oídos para oír, ya sabrá como aplicar estas palabras.