Samuel 16, 1-13; Sal 88, 20. 21-22. 27-28 ; San Marcos 2, 23-28

“¿No habéis leído nunca lo que hizo David, cuando él y sus hombres se vieron faltos y con hambre?”, esta frase del evangelio de hoy me hace pensar que Jesús no hablaba sin motivo, no perdía el tiempo en discusiones vacuas y cortaba rápidamente las interminables disquisiciones de fariseos, ancianos y doctores de la ley. Cuando leemos este evangelio en seguida nos quedamos con la frasecita “el sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado” y le damos vueltas y vueltas como una noria descontrolada. Está muy bien, es Palabra de Dios, pero repitamos la primera frase del comentario de hoy: “¿No habéis leído nunca lo que hizo David, cuando él y sus hombres se vieron faltos y con hambre?”. Cuando Jesús pone este ejemplo sería seguramente porque los discípulos y el mismo Señor se veían faltos y con hambre y, picoteando espigas, engañaban al estómago. ¿Has pensado alguna vez la dureza de la vida de Cristo y de los que le seguían?, “las zorras tienen madrigueras, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar la cabeza”. Cuando se ve una película de la vida de Cristo o se lee someramente el Evangelio parece que esperamos lo trágico, patético, triste y doloroso para el final, lo posponemos para la pasión donde todos (casi) huyen, pero ¿y antes?: Imagínate caminatas bajo el sol abrasador, noches gélidas al raso, días de mucho y vísperas de poco, escuchar peticiones y súplicas de los desheredados, enfermos, endemoniados, aguantar el desprecio de los satisfechos, muchos días añorando épocas pasadas tal vez más cómodas o con más seguridades pero, a pesar de todo, … “¿A dónde iremos, Tú tienes palabras de vida eterna?”.
Cuando un domingo, después de Misa, sabes que te espera una buena comida en casa y sales con la familia y los amigos a tomar un refresco y te ponen una tapita, y luego otra y luego invita el amiguete, y como hablábamos de algo tan interesantemente intrascendente, pasan las horas y llegas a casa harto de patatas fritas, panchitos y sardinas de lata en aceite acabas por no hacer aprecio de la comida que tenías preparada y pierdes la oportunidad de escuchar a tus hijos, o comer con tus padres, por perder el tiempo haciendo apuestas sobre cuál será el próximo fichaje del Madrid o el traje que lucirá Dª Leticia (con “z”) en la boda. Si la comida de ese día fuera la única caliente que haces a la semana y encima con tan buena compañía, no perderías el tiempo comiendo boquerones. Dicen que el hambre es el mejor condimento; pues bien podríamos decir que la fe ardiente, las ganas de conocer al Maestro es el mejor aliño para la vida del cristiano.
Necesitar a Cristo, necesitar a Dios Padre y su Espíritu Santo une, no divide. No se te olvide que estamos en la semana de Oración por la unidad de los cristianos. Cuando quieres hacer fácil el camino para seguir a Cristo te quedas con los amiguetes hablando de lo que separa. Cuando intentas, con todas tus fuerzas, a pesar de las dificultades, seguir a Cristo descubres todo lo que nos une. A María, tu madre y mi madre, una espada le traspasó el alma.