libro de los Reyes 5, 1-15a; Sal 41, 2. 3; 42, 3. 4; san Lucas 4, 24-30

Es curioso lo que ocurre en algunas situaciones, cómo la perspectiva de los acontecimientos cambia. La noche del domingo ha sido, en España, noche electoral, los que hemos querido, libre y voluntariamente hemos depositado a lo largo del día nuestro voto en las urnas. El voto es importante, nos han bombardeado con campañas, publicidades, anuncios y cada voto es la expresión de una opinión.
A la vez no podemos olvidar en Madrid la matanza que el terrorismo ha causado hace cuatro días, los números de víctimas mortales y de heridos se han ido definiendo, hemos conocido feligreses y vecinos que han fallecido, que están heridos o afectados de manera particular.
Es curioso, decía, lo más personal que es el voto se va convirtiendo en estadística, en un tanto por ciento, en un color, en un diagrama; sin embargo la estadística de heridos y muertos por el atentado se va convirtiendo en caras, en vidas concretas, en niños huérfanos, madres que han perdido a su hijos, personas que has conocido y las lágrimas dejan de ser imágenes de televisión para mojar el suelo de tu sacristía.
“Os garantizo que en Israel había muchas viudas en tiempos de Elías (…) sin embargo a ninguna de ellas fue enviado Elías. Más que a una viuda de Sarepta en el territorio de Sidón”. “Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos”.
Concretando, las cifras, las estadísticas, los “datos” acaban en un papel que nos puede gustar más o menos, pero a lo único que mueve es al comentario. Lo personal, lo que te afecta, lo que realmente inquieta tu corazón seguramente no se convierta en noticia, pero te moverá a la conversión. “Estoy muy conmovido” ha dicho el Santo Padres referente a los atentados en Madrid. El Papa se conmueve, sufre con cada víctima, con cada dolor de los hombres, con cada sufrimiento innecesario o provocado por el pecado de los hombres. Tenemos la manía (favorecida por los procesadores informáticos) de hacer estadísticas, hacemos comentarios sobre el aborto, la eutanasia, la violencia, las guerras, los muertos, los embarazos, las relaciones sexuales, los abusos, las mentiras… y se quedan en un papel y en un comentario de tertulia en el café. Pero cuando te afecta de cerca, cuando es tu hijo el abortado, tu padre al que quieren conceder una “muerte rápida”, cuando es a ti a quien han atracado, la guerra está en tu puerta, tu hermano el fallecido en accidente, tu sobrina la embarazada, tu vecina la violada o maltratada y tu cartera la engañada ya no se convierte en “un dato” sino en una tragedia con la que no se bromea.
Recapitulando, es tú pecado el que afecta a la Iglesia, por ese pecado concreto Cristo murió en la cruz, No querremos reconocerlo, pensaremos que será por los otros, por lo que son tan malos y crueles; pero Cristo murió por tus pecados, esos son los que afectan a la vida del mundo y de la Iglesia, por ellos entregó el Padre a su Hijo . Si tus pecados y los pecados del mundo se convierten en una estadística, en motivo de comentario de tertulia radiofónica, preocúpate. Si te llevan a la conversión, si el pecado del mundo te duele como propio, te conmueve y te mueve a cambiar de vida, es que estás buscando realmente “el rostro de Dios”.
Santa María , reina de la paz, ruega por nosotros.