Isaías 42, 1-7; Sal 26, 1. 2. 3. 13-14 ; san Juan 12,1-11

Debo de confesar que la película de Mel Gibson, “La Pasión de Cristo”, es de lo mejor que he visto en los últimos años. No se trata ahora de salir “en plan” apologeta contra los detractores de la película, ni analizar la calidad, si sus efectos especiales, ni la dureza de algunas escenas…. Simplemente, es una película que ayuda a rezar.

Por motivos de mi dedicación a los medios de comunicación en la Iglesia, he tenido la oportunidad de verla en varias ocasiones. Cada vez he salido más conmovido y, sobre todo, con una gran paz. Existe una gran filmografía acerca de la vida de Nuestro Señor, desde muchos aspectos, sobre todo, teniendo en cuenta la visión del director o el productor. Pero en esta versión del cineasta australiano, se percibe una gran fidelidad a la narración evangélica, y cómo los distintos personajes (destacaría, de manera especial, el papel de María, la madre de Jesús), entran de lleno en cada una de las situaciones vividas en la Pasión, no sólo con credibilidad, sino con una entrega que roza el amor de lo que representan.

Uno de los asesores religiosos de Mel Gibson, el padre Tomas, nos contaba que el director había pedido construir una Capilla de campaña, para que así, durante los días del rodaje del film, se pudiera celebrar la Eucaristía, y rezar. Nos contaba este sacerdote, que en una ocasión, entró en dicha capilla, y se encontró con la siguiente escena: de rodillas, frente al Sagrario, estaban Mel Gibson y Jim Caviezel (el actor que representa a Cristo), y que éste último se encontraba con todo el maquillaje puesto (por lo visto eran necesarias cerca de ocho horas diarias para hacerlo) para la escena de la flagelación. Y lo que le impresionó al padre Tomas, es que ambos estaban rezando el rosario en voz alta. Desde luego, es una buena manera de prepararse para trabajar en una película de estas dimensiones. Una vez más, y ya termino con lo de la película, las palabras del Señor son evidentes: “Por sus frutos los reconoceréis”. Pienso que Mel Gibson puede hacer mucho bien con lo que ha hecho… ¡enhorabuena!

“¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres?” Volvemos al original: el relato de los Evangelios. San Juan, es uno de los evangelistas que con más delicadeza va presentando la Pasión de Nuestro Señor. María unge los pies de Jesús con nardo, y nos la imaginamos con un cariño y dedicación que, verdaderamente, nos conmueve. Por otro lado, observamos a aquellos que se escandalizan por semejante derroche, pero son incapaces de advertir quién es su destinatario. Hoy día, es de suma importancia recuperar los detalles de cariño y respeto ante lo sagrado. Ya decía el profeta Isaías: “Sed santos los que tocáis las cosas santas”. Una genuflexión bien hecha ante el santísimo, una oración vocal realizada sin prisas y con atención. Y, sobre todo, las cosas que atañen al cuerpo y la sangre de Cristo: cálices, patenas, ornamentos, etc. Todo contribuye, de la misma manera que María, la hermana de Lázaro, trató los pies de Jesús enjugándolos con sus propios cabellos, a reverenciar y adorar lo que más queremos en este mundo.

Tener a nuestro alcance la entera humanidad y divinidad de Cristo, no sólo es un privilegio, es el mayor de los tesoros que, de manera especial los sacerdotes, tenemos en nuestras manos… y cualquier cuidado es poco. Porque el amor no anda con “remilgos”: procura darlo todo.