Hechos de los apóstoles 3, 11-26; Sal 8, 2a y 5. 6-7. 8-9; san Lucas 24, 35-48

Vivimos en la época del plástico: cada día hay mas artilugios de todo tipo de este material y seguro que si ahora miras a tu alrededor y cuentas la cantidad de cosas de plástico que te rodean te asombrarás. Seguro que alguna vez te has encontrado con esas instrucciones de algún cacharro de plástico (desde una batidora, una maquinilla de afeitar, un juguete o las escobillas del coche) que dice la consabida frase: presione suavemente hasta que escuche un “clic”. Habitualmente esas patillas de plástico que deberían enganchar “suavemente” se resisten o sólo entran en una posición determinada con lo cual, al cuarto intento de escuchar el “clic”, lo que se oye es un “crack” y por ese trocito de ese vil material, el aparato queda inservible pues no hay pegamento que aguante esa “suave presión”.
“Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras.” Cristo hace “clic” en el alma y el entendimiento de los Apóstoles, hace que las piezas sueltas se ensamblen y tengan sentido: “Esto es todo lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse.” Desde ese “clic” del don del Espíritu Santo nace la locuacidad de San Pedro y la fascinación de los que le escuchan, que ven la vida con unidad, con sentido, con el sentido de Cristo resucitado.
La unidad de vida, ese “clic” del alma, es comprender desde la cabeza y el corazón que la auténtica buena noticia, la única noticia realmente importante, el único acontecimiento que realmente ha cambiado radicalmente la historia de los hombres -la tuya y la mía-, es la resurrección de Jesucristo. Muchos por ignorancia, e incluso a veces por maldad, no querrán ese “clic” en su alma, prefieren oír el “crack” de la persona rota, que se descompone, que –hecha pedazos-, no encuentra respuesta a quién es porque entonces es más fácil de usar, manipular y utilizar para fines bastardos.
Los santos que han conseguido esa unidad de vida, ese “clic” del entendimiento y del corazón, han vivido los acontecimientos de su época muy intensamente, pero no han perdido la paz. “Paz a vosotros” es el saludo repetido de Jesús resucitado. ¿Has perdido la paz últimamente? Pídele a Cristo que por el don del Espíritu Santo te conceda el don de la paz, que en cualquier situación, por muy negativa que parezca, puedas repetir: “Señor, dueño nuestro, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!”, que sea toda tu vida una alabanza continua al Señor que te ha llamado de la vida a la vida.
No es cuestión de esfuerzo, “¿Por qué nos miráis como si hubiéramos hecho andar a éste con nuestro propio poder o virtud?” “éste que veis aquí y que conocéis ha creído en su nombre, su nombre le ha dado vigor”. Pídele a la Reina de los ángeles que con sólo una “suave presión” para colocar las cosas en su sitio oigas el “clic” que dará sentido a tu vida: eres de Cristo.