Hechos de los apóstoles 4, 32-37; Sal 92, lab. 1c-2. 5; san Juan 3, 5a. 7b-l 5

No soy amigo de las estadísticas, me es igual predicar para mil que para tres, no sé si este comentario lo leerán cinco o cinco mil, con que ayude a uno (al menos a mí) doy el trabajo por bien empleado. Lo que sí sé es que esta página que ahora estás leyendo va a engrosar los centenares de páginas, millones, que pueblan esta gran casa que es Internet. Se convierte en “unos y ceros” y en un dato más de sociólogos, informáticos, publicistas, curiosos, diseñadores y demás amigos de las cifras. Casa, ésta de Internet, en la que se pueden encontrar todo tipo de habitaciones: limpias, sucias, interesantes, pestiños, aburridas, bonitas, piadosas, diabólicas, horribles, científicas, útiles, intragables, etc. … cada cual puede “colgar” lo que quiera lo que puede ser maravilloso o, en algunos casos, nefasto.
“Te lo aseguro, de lo que sabemos hablamos” le dice el Señor a Nicodemo en su conversación nocturna. Hoy todo el mundo habla, aunque no sepa. La pérdida del pudor no está sólo en las cuestiones referentes al cuerpo, debería pedirse también cierto pudor a mostrar la ignorancia, a vivir como si el mundo fuese un inmenso campamento naturista donde sacar a pasear las propias vergüenzas de la falta de formación o de simple información.
“De lo que hemos visto, damos testimonio.” Hoy todo el mundo opina, juzga, escribe, comenta pero casi ninguno es capaz de hacer algo, cambiar de vida, convertirse, para cambiar las situaciones de pecado. “En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo: lo poseían todo en común y nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía.”¡Cuánto se escribe y se comenta sobre la pobreza en la Iglesia! ¡Qué de páginas sobre el volver al espíritu de la “primera comunidad”!… hasta que se reciben los primeros dividendos de la editorial. ¡Cuánta ceguera e ignorancia!.
Pregúntate hoy: ¿Qué objeto te llevarías al cielo para gozar de él toda la eternidad sin que te aburriese?. ¿Por qué cosa estarías dispuesto a dar la vida o a quitársela alguien?. ¿Con cuántos euros podrían compensarte por no volver a ver a tu hijo, tu padre, tu esposa, a tu amigo?. Estoy convencido que no te has parado ni una milésima de segundo en contestar, tienes clarísimo que nada valdría más que Dios, que tu vida, que tus amigos. Date cuenta de lo “tontos” que son los bienes materiales: nos atrapan, nos parecen “indispensables” pero, si ponemos a su lado algo verdaderamente valioso, pierden su encanto, su atractivo, su poder de esclavizarnos.
“Así tiene que ser elevado el Hijo del hombre”, por encima de todas las riquezas materiales, de las cosas que te esclavizan, de los “bienes”, que muchas veces son males, porque te hacen perder la vida, Él es tu verdadero tesoro y con Él todos los redimidos por su sangre. ¿Ves cómo realmente no estás tan lejos de vivir por encima del materialismo?. ¿Notas cómo se acerca eso que te parecía un ideal inalcanzable?. Cuando vuelvas a leer sobre la pobreza de la Iglesia piensa en tu propia pobreza, porque eres Iglesia, y ahora que sabes que puedes vivirla: Vívela.
Tu madre la Virgen es pobre, su casa la Iglesia es pobre (aunque bien arreglada), pues nunca son para sí mismos sino para Dios y para toda la humanidad. Tú, si amas, también serás afortunadamente pobre.