Hechos de los apóstoles 16,1-10 ; Sal 99, 1-2. 3. 5; an Juan 15,18-21

Hoy es la solemnidad de San Isidro en la Diócesis de Madrid, lo lamento por los que rezáis con estos comentarios y sois de otras partes, pero los santos son de toda la Iglesia, así que ponte la gorra de chulapo o el mantón de Manila, y a rezar.
Hoy es el típico día dentro del año litúrgico en que los feligreses te preguntan: ¿Hoy es día de precepto?, ¿Es obligatorio ir a Misa?, Vivo en Madrid pero paso el día en la sierra de Guadarrama ¿Tengo que escuchar Misa? Y un sin fin de variantes sobre el mismo tema. Yo les suelo responder preguntándoles si un esposo tiene obligación de amar a su mujer cuando está de viaje de negocios por Teruel (no, no es ironía, en Teruel también hay empresas) o si, según cierra la puerta de casa, puede sentirse un solterón.
A San Isidro se le representa con dos bueyes tirando del arado. Los bueyes son pequeñitos (si fuesen a tamaño natural no habría quien pusiera una imagen del santo en su parroquia) y parecen indiferentes a las oraciones de los fieles que imploran la intercesión del patrón. Me gusta la figura de los bueyes, están haciendo su trabajo, confiados en que tienen buen amo y, aunque nadie se fije en ellos, continúan arando la tierra. “Llamaos dichosos a los que tuvieron constancia” nos dice el Apóstol Santiago, a pesar de las dificultades, de la falta de aprecios o de halagos. Los bueyes no se enfadan con San Isidro y le piden que la tierra se roture ella sola o por lo menos que sea más blanda o desaparezcan los guijarros y pedruscos. Desde luego la tradición que dice que San Isidro rezaba en una esquina y los bueyes trabajaban el campo ellos solos no tiene ningún fundamento. San Isidro rezaba, pero detrás del arado y sudando la gota gorda y desde luego no azuzaría a los bueyes con blasfemias y maldiciones.
Así es nuestra vida, empujados y guiados, suave pero firmemente, por el labrador, que es Cristo. No nos evitará el peso del día y del calor, los pedruscos, la dureza de la tierra, el ir y venir, pero Él no estará en una esquina contemplando nuestro trabajo, sino detrás, guiándolo, por decirlo así: sudando con nosotros.
¿Hay que ir a Misa? Y dónde vas a ir mejor, ¿dónde vas a encontrar tan buen amo?, ¿Te vas a convertir en un Buey salvaje abandonado por los montes, devorado por los lobos a la segunda noche?, ¿O cambiarás de amo por otro que primero te hará dos lisonjas y cuatro falsas promesas y al poco te hará trabajar sobre un campo infértil movido por latigazos e improperios mientras el señorito se toma agua, azucarillos y aguardiente a la sombra de una encina?.
“Mucho puede hacer la oración intensa del justo.” No sé si es una herejía el decir que los bueyes rezan, pero al menos, aunque sea sin enterarse, participaban de la oración de San Isidro. No sé si es una herejía el decir que tú y yo rezamos (¿quiénes somos nosotros para dirigirnos al mismo Dios?), pero participamos de la oración de Cristo que como Hijo siempre se puede dirigir al Padre, y la Santa Misa es la mayor oración de Jesucristo en su Iglesia.
San Isidro, como todos los santos, fue un gran enamorado de la Virgen María, ella te refrescará cuando estés cansado del duro trabajo y te mostrará los frutos de tu paciencia, pequeño buey.