Hechos de los apóstoles 18,23-28; Sa146,2-18-9.10; san Juan 16, 23b-28

¡Hoy es el gran día!. Los invitados tienen que estar en su sitio. Los protagonistas, de punta en blanco, estarán nerviosos. Todo tiene que resultar como en los ensayos pero sin dudas ni vacilaciones. Los padres estarán emocionados y , aunque quieran disimular sus sentimientos, alguna lagrimilla correrá por sus mejillas. Es el momento tan esperado por los personajes principales de hoy y, cuando llegue el momento central de la ceremonia, entre las luces de los “flashes” de los fotógrafos, darán un paso fundamental en su vida bajo la mirada atenta de los familiares y amigos. Yo estaré allí, a fin de cuentas puse la fecha de este día tan importante: ¡hoy, once niños de mi parroquia hacen su primera comunión!.
Tal vez el comienzo del comentario te ha llevado a confusión (sin intención por mi parte) y pensases que seguíamos hablando de la boda del Príncipe de Asturias. Tal vez para ellos y su familia sea el acontecimiento más importante de hoy, como lo será su primera comunión para los niños de mi parroquia. Para casi todos, al menos para mí y seguramente para ti, el momento más importante de hoy será cuando te acerques a comulgar. Apolo “hombre elocuente y muy versado en la Escritura. Lo habían instruido en el camino del Señor y era muy entusiasta.” El entusiasmo con que deberíamos acercarnos a recibir a Cristo-Eucaristía tendría que ser similar al de Apolo. Los acontecimientos importantes no son los que más salen en los medios de comunicación, es más, suelen ocurrir en el silencio, pasando desapercibidos para los ojos de muchos.
“Os he hablado de esto en comparaciones: viene la hora en que ya no os hablaré en comparaciones, sino que os hablaré del Padre claramente.” La Cruz es la forma clara del hablar de Jesús. Es la máxima expresión del amor del Padre por los hombres, por los que no duda en “entregar a su propio Hijo.” No hay lugar para las dudas, no hay parábolas ni comparaciones, es –en medio de la historia de los hombres-, el sufrimiento del “rey del mundo” por cada una de sus criaturas, por cada uno de nosotros. La muerte de Cristo y su resurrección es la palabra clara, precisa e inequívoca de que “el Padre mismo os quiere” y ese acontecimiento se repite y actualiza en cada Eucaristía, te unes a ese Misterio del amor de Dios cada vez que comulgas.
No hubo muchos testigos de la crucifixión, nuestra Madre la Virgen, San Juan, las santas mujeres, algunos curiosos con mayor o menor morbo y los ejecutores de la sentencia. Desde el banco de tu parroquia te haces testigo de ese momento. Tienes un lugar privilegiado entre los testigos de la resurrección e incluso, en los momentos de duda o dificultad, puedes introducir tu dedo en las llagas del Señor como el incrédulo Tomás.
¿No es esto suficiente para ser entusiasta?. Vive cada Misa con la misma intensidad con que (mañana, tarde y noche) nos enseñan la boda real, con los mismos nervios de los niños que hoy hacen su primera comunión. Si te entusiasma, entusiasmarás y harás a tu alrededor almas de Eucaristía que acompañen a María e ilusionen al mundo.
¡Ah!, felicidades a los nuevos esposos “porque de Dios son los grandes de la tierra, y él es excelso.”