Proverbios 8, 22-31; Sal 8, 4-5. 6-7a. 7b-9. ; San Pablo a los Romanos 5, 1-5; San Juan 16, 12-15

Me ha costado mucho escribir el comentario de hoy, ignoro si es que la musa se ha marchado ya de vacaciones a Estoril o ciertamente el tabaco embota el cerebro.
El otro día me comentaba un sacerdote: “La verdad es que cuando nosotros no entendemos algo lo llamamos “misterio” y nos quedamos tan contentos.” La Santísima Trinidad es uno de esos “misterios” y no quería que nuestra oración de hoy se quedase en un divagar, más o menos difuso, sobre un “expediente X,” así que me puse manos a la obra: leí el catecismo, escudriñé escritos de los Padres de la Iglesia, busqué comentarios teológico piadosos, … pero no encontraba “la inspiración” para ponerme a escribir.
Ayer, después de confesarme como habitualmente, entré en la capilla a rezar la penitencia y me salió del corazón decirle al Señor simplemente: “Gracias,” y entonces el “misterio” dejó de ser una especulación difusa para convertirse en una realidad gozosa que no necesita de largas explicaciones pues es evidente y lo evidente no hay que explicarlo.
“Todo el tiempo jugaba en su presencia: jugaba con la bola de la tierra, gozaba con los hijos de los hombres.” Cuando se juega es para disfrutar (a veces muchos lo hacen por competir pero esa no es la razón del juego) y aunque para el que no juega puede parecer absurdo, el juego tiene su “lógica interna” no entendible para el que mira desde fuera, el cerebral, soso y aburrido. Poniéndonos un poco pedantes diríamos con Pascal que “El corazón tiene razones que la razón no conoce,” y por muchas palabras que se gasten nunca se entenderá mejor la Santísima Trinidad, pero cuanto más se ame será más evidente y sobrarán las palabras.
“Gracias” le dije simplemente al Señor en el sagrario y entonces, como en otras ocasiones, sentí la presencia de la Trinidad sin que nadie me la explicase (o tal vez por todo lo que había leído antes que entonces cobraba sentido) y sin necesidad de palabras. Muchas veces en la vida sentirás -tal vez “a posteriori”-, que ha sido el Espíritu Santo el que te ha empujado a hacer o decir algo y que ahí te has encontrado con Cristo del que “hemos recibido la justificación por la fe” y que el Padre “allí estaba” desde el principio, esperándote ansioso, lleno de ilusión, jugando contigo y viendo como juegas, aunque a veces te quieras saltar las reglas.
Hoy sobran las palabras, las elucubraciones más o menos complicadas, y es el momento de la contemplación. Busca delante del sagrario, alarga un rato tu momento de oración, intenta buscar a la Santísima Trinidad en la celebración de la Misa. Descubre en tu vida cuántas veces Dios Espíritu Santo, Dios Hijo y Dios Padre han actuado en tu vida y “todos a una” (como los de Fuenteovejuna) han cambiado efectivamente tu existencia.
La Virgen, hija de Dios Padre, madre de Dios Hijo y esposa de Dios Espíritu Santo, seguro que te concede vivir gozosamente este “evidente misterio.” Reza hoy cada rosario unido a cada una de las santas Personas y verás que fácil es conocerlas y tratarlas.