libro de los Reyes 19, 9b-11. 14-21. 31-35a. 36; Sal 47, 2-3a. 3b-4. 10-11 ; san Mateo 7, 6. 12-14

El otro día estaba yo tratando de hilvanar la homilía del domingo cuando veo una niña, que empezaba a dejar de serlo, comer tranquilamente un chupa-chups. Traté, por supuesto, de mirar hacia otro sitio y pedirle al ángel custodio que me ayudara a seguir el hilo de lo que estaba diciendo, porque sentía que la “visión” me llevaba a no hacer pie, y por unos segundos dirigí la vista al lado contrario. Sin embargo, la curiosidad pudo más que yo y volví a mirar a aquel rincón en que la niña se deleitaba con el caramelo. Pero, oh sorpresa, esta vez ya no era un caramelo: se había convertido en chicle. Puse en marcha al arcángel ministerial, porque dos pueden más que uno, a ver si así conseguían que no me distrajera y podía seguir con lo que estaba diciendo. Difícil tarea, al minuto volví a mirar y en esos momentos era ya una bombita la que estaba haciendo. Le pedí al Espíritu Santo lo que siempre le pido, y sobre todo cuando estoy espeso, o tengo que explicar algo complicado: “Señor, que diga lo que diga, ellos entiendan todo y sólo lo que tú quieras”. Supongo que Él haría el resto, y no volví a mirar hacia allí.
Después del “percance” yo mismo me he preguntado: ¿será tan difícil entender lo evidente: que una misa no es un espectáculo, sino algo sagrado y, por lo tanto, que no se puede ir a ella como al cine, con palomitas y coca-cola? Creo que ha sido en este mismo “foro”, donde se ha insinuado ya esta cuestión, que es uno de los trabajos más costosos que existen hoy para cualquier hombre de bien: explicar lo evidente, hacer los honores a Perogrullo, que a la mano cerrada la llamaba puño.
Es verdad que enseguida le viene a uno la cita del evangelio de hoy “No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas a los cerdos; las pisotearán y luego se volverán para destrozaros”. Hay mucha gente que no entiende y que no está dispuesta a entender las cosas, es la gente de mala fe que siempre la ha habido y que pone piedrecitas en los zapatos para molestar y hacer que sea más dificultoso el caminar, pero también hay otras muchas personas que no, que lo que ocurre es que nunca han escuchado las cosas y hay que hacer el esfuerzo de presentarlas para que las entiendan y las vayan asimilando.
Por eso, aunque sea más trabajoso, quizá tengamos que ir a las bases y volver a explicar lo evidente, ya que la noción de las cosas esenciales se aprende cuando uno tiene quien le diga lo que es esencial. Y esto hoy, desgraciadamente, abunda más bien poco.
Una pista para empezar es ir creando ese clima de no ir por ahí de “aconsejones”, y menos de “prepotentes”, porque es la forma más concreta de crearse enemigos, y de que vean en ti una persona que parece que se las da de no se sabe bien qué, y eso molesta a cualquiera. A mí desde luego me molesta que me traten así. A la gente se le quiere, y después, porque se le quiere, se le ayuda a mejorar. De esta forma es una maravilla ir viendo cómo la gente sabe asumir las cosas con sencillez. Y aprende.
San Mateo nos da dos pistas: “Tratad a los demás como queráis que ellos os traten”. Podríamos traducirlo en cariño y constancia. Y luego el “entrar por la puerta estrecha”, es decir, el no dar gato por liebre: no hay que dejar de exigir, porque si no, puede quedar sin estrenarse en los demás todo lo bueno que llevan dentro.
Después de misa vi a la niña que ya va dejando de serlo, la del chupa-chups, y le traté de decir, lo mejor que pude, que en misa no era precisamente lo más aconsejable comer chuches. Lo entendió bastante bien, eso creo, bien es verdad que su madre, que estaba al lado, le dijo: “mujer, pero cómo se te ha ocurrido”. Nuestra Madre la Virgen, sabrá también estar al quite y nos ayudará a aprender a todos esas cosas “evidentes” que quiere meter en nuestra alma su Hijo Jesús.