Deuteronomio 30, 10-14; Sal 68, 14 y 17. 30-31. 33-34. 36ab y 37 ; san Pablo a los Colosenses 1, 15-20; san Lucas 10, 25-37

Shrek es una película para ver en tiempos de crisis, es el anti-héroe, el monstruo bueno pero desagradable, simpático pero basto, ya que comparado con otros protagonistas es –en plan cursi-, “un solete.”
Hoy comentamos la lectura del “buen samaritano,” es muy rica en contenido así que estoy convencido que cada uno hará su comentario personal y será mejor que el mío. Algunos pensaréis en los que pasan de largo, otros en el que se para y atiende al herido, seguro que otros en el herido (cada uno de nosotros a fin de cuentas), y –como dice un amigo mío-, en el posadero que es el que le cuida más días.
Me imagino que muchos escritores espirituales me llevan la delantera, pero en mi ignorancia no los he leído y seguro que lo dicen mejor que yo (hay que hacerles caso). Me voy a fijar hoy en la posada. Seguramente no sería un “Parador Nacional,” no tendría servicio de habitaciones ni mueble bar en la habitación, pero fue donde se curó el enfermo. Tal vez el dueño fuese simpático, pero el camarero un descarado o la doncella –pobrecilla-, no tendría conocimientos de enfermería y le arrancase los vendajes con violencia o dolor. Tal vez la cama no fuese anatómica y adaptada a las cervicales del enfermo y la almohada fuese algo alta. Pero allí se curó el pobre samaritano después de la paliza.
La Iglesia -de la que tú y yo somos parte-, es como esa posada. Es como Shrek, para muchos un monstruo… pero encantador. No es la mejor posada imaginable, tiene cien mil defectos, pero es en la que encontramos la salud. Nadie quiere tener la apariencia de Shrek (verde, grande, monstruoso y con orejas de Bambi), pero quisiéramos tener el corazón de ese monstruito.
La Iglesia es como esa posada, parece incómoda (¿a quién no le parece incómodo un hospital?), podríamos buscar otra mejor (y fallecer por el camino), no es “lo mejor del mundo” pero es donde estoy. Muchos sueñan con una Iglesia de diseño, cómoda, amplia, y adaptada a mis caprichos de enfermo. Sueñan con que la princesa de Shrek se vuelva guapa y el monstruo un príncipe encantador. A fin de cuentas buscan un asesor de imagen que haga lo feo hermoso a la vista de los demás.
Sinceramente, lo que hace a la Iglesia “fea” son tus pecados y los míos. Si la cama es incómoda y el posadero molesto (tristemente hay mucho posadero que sólo trabaja por el dinero recibido), es porque pensamos en un mejor alojamiento donde se nos quiten los dolores con sólo pisar el umbral de la puerta, sin necesidad de medicinas.
Hoy muchos piensan en su “posada” ideal, en su Iglesia ideal sin darse cuenta que lo que hace “molesto” el alojamiento son los quejidos de los que no quieren estar, de los que sueñan con su hotelito de fin de semana, abierto a todos mientras no pasen a su habitación y les dejen dormir en paz.
La Iglesia, los eclesiásticos y alrededores, tiene cien mil defectos. Cien mil pecados tuyos y míos. Pero es donde Cristo, el buen samaritano, te ha traído y en tu debilidad comprenderás su grandeza. Como esperes a encontrar el perfecto alojamiento seguramente morirás desangrado por el camino.
Ama a la Iglesia, aunque te duela y te incomode. Quiere a la Iglesia pues es donde encontrarás la salud. Vive la Iglesia, aunque sean tus pecados los que la manchan y de los que los demás participan. Defiende a la Iglesia que es donde Cristo sana tus heridas.
Hoy no he citado casi las lecturas, léelas despacio y deja que sea el Espíritu Santo el que rece en ti, pero siente la Iglesia como la posada donde Cristo, que te ha encontrado herido al borde del camino, te ha dejado para que te cures.
La Virgen está en esa posada. Búscala y encontrarás la maravilla del amor de Dios. Se puede amar al que te presentan como un monstruo verdoso. Tengo que ir a ver Shrek 2, a ver de qué va.