san Pablo a los Tesalonicenses 1, 1-5. 11b-12; Sal 95, 1-2a. 2b-3. 4-5 ; san Mateo 23, 13-22

No sé si me acuerdo bien, pero me parece recordar un anuncio que tenía como slogan: “Ay, ay, ay que me sabe a Calisay.” Los que probaban algo descubrían, en el fondo del paladar, el sabor a ese producto, con lo que debían ganar mucho en sabor. Creo que no lo he probado en mi vida, pero son recuerdos.
Hoy el evangelio, al igual que el anuncio de Calisay (menuda propaganda le estoy haciendo), parece un patrocinador: está repleto de ¡”ayes”!. “¡Ay de vosotros, letrados y fariseos hipócritas, …!” les recrimina constantemente el Señor.
Los letrados y los fariseos tenían como misión explicitar la Palabra de Dios y los mandamientos en el momento concreto de la historia que vivían. Pero parece que abusaban bastante del caso que las buenas gentes les hacían, no para llevarlos a Dios, sino para su propio beneficio. Ante eso Jesús no transige y no tiene ningún reparo en llamarlos al orden.
Hoy existe una pléyade de “letrados y fariseos” modernos que opinan de todo, dogmatizan sobre todo e imponen –en nombre de la defensa de la libertad-, su punto de vista, que poco o nada tiene que ver con la Iglesia, el Evangelio o la Tradición que hemos recibido.
Habitualmente las personas mayores (cada día más mayores) tienen la “capacidad del Calisay.” Llamo “capacidad del Calisay” a ese poder de descubrir en el fondo de lo que toman el regusto que dejaba ese producto. Traduciéndolo en cristiano: descubren con facilidad ese regusto no evangélico y no católico que tienen tantos nuevos predicadores. El haber estudiado el Catecismo de pequeños y habérselo aprendido de memoria (“¡acabemos con la memoria!” gritan estos nuevos fariseos, “así no se acordarán si mañana predico lo contrario de hoy”), les da a estos mayores la capacidad de descubrir que “algo no está bien.” Es una especie de “sexto sentido” católico que, ante las teorías de tantos, se despierta y nos pone en alerta. Una teoría puede ser muy atrayente, e incluso denunciar verdades “como puños,” pero puede apartarnos de la fe.
Ahora la mayoría de los jóvenes y niños carecen de ese “sexto sentido.” Jamás han conocido el Catecismo, se les ha “adaptado” el Evangelio, las celebraciones se convierten en pequeños festivales de la canción hortera, se edulcora la moral, se oculta la escatología y el único recuerdo de su catequesis es que dibujaron a su familia y a su catequista. Sé que es difícil y que hay muy buenos y expertos catequetas buscando la mejor manera de trasmitir la fe de la Iglesia, pero, hoy por hoy, en muchos sitios las cosas están así. Han perdido el “olfato católico” y corren tras la primera propuesta un poco novedosa y deslumbrante, aunque niegue radicalmente a Cristo y la verdad del hombre. Es distinta la verdad de hoy que la de mañana, y pueden ser distintas la tuya y la mía, y no se preocupan de buscar la Verdad que llena toda la vida: Cristo.
“Esto hace que nos mostremos orgullosos de vosotros ante las iglesias de Dios, viendo que vuestra fe permanece constante en medio de todas las persecuciones y luchas que sostenéis.” Ningún tiempo ha sido fácil para trasmitir la fe y sería mentira decir que este es de los más difíciles, pero sacerdotes, religiosos, padres, maestros, hermanos, amigos,… todos, tenemos la obligación de ayudar a los demás a conocer la verdadera doctrina de la Iglesia, la fe en Jesucristo, a vivir como hijos de Dios y a escuchar al Espíritu Santo y a sentirnos «orgullosos» unos de otros, sin dejarnos engañar.
( Esta vez, ay, me he pasado un poco de extensión con el comentario, pero de vez en cuando creo que merece la pena, sin ay, decir las cosas también por extenso, para que queden todavía más claras)
Nuestra Madre la Virgen acunó a la Verdad en sus brazos, pídele que te ayude a ser fiel a la Iglesia y a Jesucristo y que,, cuando te lo encuentres frente a frente, no tengas que oír ningún ¡Ay! Y sólo escuches el eco de su misericordia.