Proverbios 30, 5-9 ; Sal 118, 29. 72. 89. 101. 104. 163; san Lucas 9, 1-6

Nos detenemos hoy en el Salmo responsorial: “lámpara es tu palabra para mis pasos, Señor”. Es realmente preciosa esa metáfora que hace semejante la palabra de Dios a una luz que esclarece nuestro caminar. Lo contrario se haría inviable, ya que nos dominaría lo oscuro, lo opaco y lo farragoso.
Tenemos que dar muchas gracias a Dios los cristianos por la fe. En realidad esa lámpara no es sino otra metáfora de la fe: la fe es la que guía nuestros pasos. Por eso, el salmista pedirá a su Señor en el primer versículo “apártame del camino falso, y dame la gracia de tu voluntad”. Uno puede tener el camino iluminado por la palabra de Dios, puede saber lo que debe de hacer, por donde debe de seguir caminando, pero en el camino viene una bifurcación, un sendero a mi derecha o a mi izquierda, y entonces necesitamos que se nos aparte del camino falso: la tentación contra la fe.
Es necesario implorar: Señor, “apártame del camino falso”. Esa bifurcación puede presentarse al llegar a una edad determinada. Por ejemplo, cuando aparecen más claras las pasiones, entonces, ¿sigo firme en la fe, en la moral de la Iglesia que sé que es la auténtica felicidad o –bifurcación— elijo la senda de la tentación?, o si he tenido la desgracia de caer, de apartar mis pies del camino por no haberme dejado iluminar por la Palabra de Dios, o como nos dice el versículo siguiente del Salmo responsorial, por no haber preferido “los preceptos de tu boca que miles de monedas de oro y plata” ¿Me arrepiento, entonces, acudiendo al sacramento de la penitencia y pido perdón a Dios o –otra bifurcación— me empiezo a abandonar y dejo de practicar los sacramentos, la misa dominical porque haya caído una o mil veces?
Hemos de sacar el propósito de no apartar nuestros pies del camino que nos lleva al Señor: “aparto mi pie de toda senda mala, para guardar tu palabra”. Éste ha de ser nuestro propósito hoy, y siempre. Quizá será cierto ese refrán que viene a decir que “todos los caminos conducen a Roma” pero no debemos olvidar que no todas las sendas nos conducen a Dios: debemos dar pasos encaminados a la unión con Dios. Quizá por eso el salmista nos anima más adelante a que cuando Dios nos pida que escuchemos su voz, entonces “considero tus decretos y odio el camino de la mentira”.
No seguir lo que Dios nos pide en cada cruce de caminos, optar por la senda que nos aleja de El, es alejarse de la Verdad. De ahí que termine este salmo responsorial: “detesto y aborrezco la mentira, y amo tu voluntad”.
Pidamos al Señor que esa lámpara que es la Palabra de Dios guíe siempre nuestros pasos, de modo que cuando nos encontremos en bifurcaciones, en cruces de caminos en nuestra vida de fe, de moral, esa lámpara divina nos muestre con toda claridad, ilumine nuestra mente para elegir la senda del bien.