Job 1, 6-22 ; Sal 16, 1. 2-3. 6-7 ; san Lucas 9, 46-50

Superada la “crisis de la escayola” de ayer, continuamos leyendo las lecturas de hoy.
En España siguen dándole vueltas al tema del divorcio. Es curioso que hace no tantos años la “top-idea” para arramblar contra el matrimonio religioso y favorecer las “parejas de hecho” se apoyaba en que lo fundamental era el amor y “firmar un papel no cambiaba nada.” Ahora el amor se ha convertido en una firma y la “disolución de la sociedad” tiene que garantizar prebendas, pensiones y tutelas compartidas: si tuviesen el mismo trato los contratos entre empresas sería un caos económico. Antiguamente se buscaban los títulos de conde, duque, barón o, al menos, un señorío para garantizarse las rentas; ahora es el título de “ex” el que garantiza la subsistencia.

“Desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo volveré a él.” Creo que Job nos engaña. Es cierto que nació sin riquezas, ganados, esposas, hijos y sirvientes pero cuando pierde todo eso no lo pierde todo. En su vida también conoció al Señor y eso nadie se lo podía quitar excepto la desesperanza. La relación con Dios se compara habitualmente con la relación esponsal y, dados los tiempos -tanto monta, monta tanto-, tenemos el peligro de hacer hoy con Dios otra relación contractual. Me bautizo, hago la comunión, al poco me separo de Dios y encima pido daños y perjuicios. Así uno se convierte en un “ex”, con derecho a hablar mal de su “expadre” Dios o a castigarle dignamente con la indiferencia.

“A pesar de todo Job no protestó contra Dios.” A Job muchas veces le identificamos con la paciencia pero me gusta más contemplarlo desde la fidelidad. En el ambiente judío primitivo, y en el cristianismo de corte protestante calvinista, Dios bendice con cosas materiales, con la prosperidad, como a Job en su principio. Pero si las cosas se tuercen, si los asuntos no salen como queremos, entonces decimos que Dios nos ha abandonado y… pedimos el “divorcio.” “Yo me he portado bien con Dios y Dios se ha portado mal conmigo” razonan muchos ante una desgracia (o ante una estupidez que les parece –en su pequeño mundo-, una desgracia mundial). Job no es solamente “paciente,” aguardando a ver qué pasa, es “agente” de fidelidad: parece que no hace nada pero está siendo fiel, sabe que Dios es mucho más que los bienes que le ha concedido “El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó; Bendito sea el nombre del Señor.”

“El más pequeño de vosotros es el más importante.” El Señor nos anima a ser como niños pequeños. Los niños no dan nada (bueno, a veces disgustos) y nos alegramos con cosas tan naturales como que empiecen a hablar, a andar y a jugar. Y el niño es fiel al cariño de su padre. No busca al padre que le haga los mejores regalos, si enferma, sabe que esa enfermedad no se la ha mandado su padre porque le odie y sabe que su padre estará al lado de su cama para cuidarle. Tú también sabes que Dios te quiere más de lo que podrás sospechar nunca.

Muchos protestantes arrancaron la devoción a la Virgen de sus vidas pues era un sopapo a su relación con Dios. Mira tú a la Madre y pídele que el Señor te muestre las “maravillas de su misericordia,” y verás como nunca tendrás ganas de ser un “ex.”