Deuteronomio 8, 7-18; 1 Cro 29, 10. 11 abc. 11 d- l2a. 12bcd; Corintios 5, 17-21; san Mateo 7, 7-11

Puede ocurrirnos que lo inmediato nos impida tener perspectiva. En una sociedad de la información, con tantas noticias de todas partes del mundo (y tantas negativas), es posible que nos entre el pesimismo, e incluso la desesperación, ante un panorama tan difícil para vivir la fe.
Si tú y yo tuviésemos que cambiar el mundo con nuestras solas fuerzas seguramente nos hundiríamos como el Titanic, pues a veces no somos capaces ni de cambiar un poco nuestra vida.
Sin embargo: “Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre.” Cuando comenzamos la actividad habitual celebramos estas témporas de acción de gracias y de petición.
Hoy es un día para pararnos un poco y darnos cuenta de que estamos en manos de Dios. “No sea que cuando comas hasta hartarte, cuando te edifiques casas hermosas y las habites, cuando críen tus reses y ovejas, aumenten tu plata y tu oro, y abundes de todo, te vuelvas engreído y te olvides del Señor, tu Dios.” A veces la sociedad de bienestar nos conduce al malestar de encontrarnos solos con nuestras cosas y las cosas aburren, hastían se ajan y al final, se tiran, dejándonos más solos que al comienzo.
“El que es de Cristo es una criatura nueva.” Si creemos que vivimos y actuamos solos volveremos a nuestros antiguos pecados, nos faltarán las fuerzas, nos sentiremos impotentes para afrontar los retos de la vida y nos desesperaremos. Sin embargo, si tenemos el convencimiento de que “actuamos como enviados de Cristo” entonces lo podemos todo. No hay tarea suficientemente ardua, trabajo demasiado esforzado, labor excesivamente complicada, ya que es la fuerza de Cristo la que actúa en nosotros..
Por todo esto hoy es día para dar gracias a Dios por todo (sí por todo, no sólo por lo que nos gusta) pues “¡cuánto más vuestro Padre del cielo dará cosas buenas a los que le piden!.”
Y también es día de petición de perdón pues “recibimos la justificación de Dios.” A veces no nos damos cuenta de lo maravilloso que es pedir perdón y recibir el perdón. Tenemos la tendencia a buscar el tener la “conciencia tranquila,” sin que nada ni nadie nos acuse o nos inquiete. “Al que no había pecado Dios lo hizo expiación por nuestro pecado.” El día que seas “impecable” no te preocupes de que alguien te acuse, pero como sabemos bien -demasiado bien-, que no hacemos todo el bien que queremos no intentemos buscar nuestra justificación sino la única que salva: la de Cristo encarnado, entregado a la cruz y resucitado por nuestra justificación, ésa es la verdadera liberación de los hombres.
María, Madre de Dios y Madre nuestra, enséñame a dar gracias, inspira mis peticiones, dirige mi vida siempre hacia Cristo y que, cualquier obstáculo se allane ante la Gracia de Dios.