Ezequiel 47, 1-2. 8-9. 12; Sal 45, 2-3. 5-6. 8-9 ; san Pablo a los Corintios 3, 9c-11. 16-17; san Juan 2, 13-22

“Estas aguas fluyen hacia la comarca levantina, bajarán hasta la estepa, desembocarán en el mar de aguas salobres, y lo sanearán.” Los agricultores de Murcia, Levante y Almería considerarán estas palabras de las lecturas de hoy como proféticas y tal vez el gobierno español lo tome como una manipulación más de los estamentos eclesiásticos para desestabilizar el panorama nacional. Pero bueno, eso sólo será para los que lo lean con “mal talante,” es simplemente la primera lectura de hoy y no un panfleto contra las desaladoras.
Hoy tengo un conflicto para escribir el comentario. En Madrid celebramos a nuestra Patrona, santa maría la Real de la Almudena, y en el resto de la cristiandad la dedicación de la basílica de Letrán. Comentaré las lecturas de la fiesta de la iglesia Universal aunque me centraré, muy gustosamente, en nuestra Madre y Patrona de Madrid.
“Nadie puede poner otro cimiento fuera del ya puesto, que es Jesucristo. ¿No sabéis que sois templo de Dios y que el espíritu de Dios habita en vosotros?” Creo que todos contestaremos que lo sabemos, pero se nos olvida un montón de veces. Me gustan esas imágenes que representan a nuestra Madre la Virgen embarazada. A una embarazada (por cierto, voy a ser tío por novena vez, felicidades a mi hermana) no se le olvida que lo está. Siente cómo va creciendo esa criatura en su interior, cómo se va formando y cambiando su cuerpo. Por “un capricho” no se le ocurrirá hacer nada que pueda dañar a su futuro hijo, organiza su vida, su tiempo, su alimentación y sus diversiones pensando en el que va a nacer. (Hablo de madres -debería escribirlo con mayúsculas-, no de las “propietarias” de hijos que lo quitan de en medio cuando estorban). Así la Virgen sentiría formarse al autor de la vida en su interior, así la Virgen siente crecer a la Iglesia (el Cuerpo de Cristo) en su seno. Es cierto que de vez en cuando le damos alguna patada, pero todo lo soporta por nosotros.
Al igual que el alimento de la madre nutre a su hijo, la intercesión constante de la Virgen por la Iglesia nos alimenta a todos. Por muchas tentaciones que tengamos, por muchos ataques que reciba la Iglesia, el seno de la Madre nos protege y nos guarda. Cada tarde que en mi parroquia se reza el rosario, cada vez que lo rezo o veo rezar, pienso que es una “inyección de anticuerpos” que salvaguarda a los cristianos de enfermedades y deformaciones, que nos hace tener la cabeza en su lugar, y la cabeza es Cristo.
La imagen de Santa María la Real de la Almudena, como tantas imágenes de la Virgen, tiene a Jesús en sus brazos. Esa es su única ganancia, su único premio, y lo único que nos ofrece. Cuando queremos quitar a la Virgen de nuestra vida convertimos la iglesia “en un mercado,” perdemos el referente de la gratuidad de Dios, de su amor y misericordia entrañables, de la respuesta inmediata y sin condiciones a la voluntad de Dios, trocamos el “hágase” en “he hecho” y nuestras acciones, sin Dios, no tienen ningún valor.
Al igual que el agua da vida, el trato con María en nuestra vida sanea nuestro corazón, nuestras intenciones y propósitos. Ante la Madre queremos ser buenos hijos y nos sentimos orgullosos de Ella. Cada Avemaría, cada mirada de cariño a la imagen de la Virgen que ya has puesto en tu casa o en tu lugar de trabajo, nos muestra a Cristo, cimiento de nuestra vida. Luego construiremos como el Espíritu Santo nos dicte, a lo Herrera o a lo Gaudí, pero estando María seguro que estará Cristo.
Santa María la Real de la Almudena, protege nuestra ciudad de Madrid, nuestra Diócesis, el templo de la Iglesia universal y a todo el mundo que te busca y busca a Cristo resucitado con sincero corazón. Hoy será un buen día para meditar en la unión de nuestra Madre la Virgen y la Eucaristía.