Samuel 1, 24-28; Sal 1S 2,1.45.6-7.8abcd ; San Lucas 1, 46-56

Esta semana parece que toma protagonismo el teléfono móvil. Mi teléfono tiene SMS, GPRS, Bluetooth, MMS, cámara y no sé cuántas cosas más, pero últimamente la batería me duraba menos de veinticuatro horas. Un teléfono puede ser muy competo, pero sin batería sólo sirve para lanzárselo a alguien. Ya casi había escrito la carta a los Reyes Magos pidiéndole una batería nueva cuando me he dado cuenta del problema. Últimamente me paso mucho tiempo viajando en el “Metro” y, como en esos subterráneos no hay cobertura, el pobre teléfono móvil dedica todas sus energías a buscar la red y acaba agotado. El día que pongan lo necesario para que haya cobertura en la red de Metro espero que no me ocurra esto, aunque viajar entre conversaciones a gritos, melodías polifónicas y envío de mensajes absurdos me quitará unas cuantas horas de lectura.
“Porque ha mirado la humillación de su esclava.” “El Poderoso ha hecho obras grandes por mí.” “Él hace proezas con su brazo …” El cántico del “Magníficat” nos sitúa en las puertas de la Navidad y no el soniquete de la Lotería Nacional. En todo el “Magníficat” nuestra Madre la Virgen nos recuerda que es Dios quien toma la iniciativa, el que sale a buscarnos y nos encuentra. Nosotros jamás podríamos imaginar la misericordia y el don de Dios que se hace hombre, que es realmente Dios-con-nosotros. A veces en nuestra vida iniciamos una búsqueda de Dios tan inútil como la búsqueda de red de mi teléfono móvil en el Metro, y terminamos igualmente agotados.
Realmente el hombre puede llegar a conocer la existencia de Dios por su propia razón, somos creatura suya. Pero reconocer en el niño de Belén a Dios hecho hombre sólo podemos hacerlo con fe, si nos damos cuenta de que no nos lo “hemos ganado,” sino sólo desde el amor que Dios nos tiene y porque a Él le da la gana se produce el Misterio de la Encarnación. Sólo desde la humildad -como María-, de comprender que Dios es Dios y ha salido a nuestro encuentro, sin que nosotros nos lo hayamos merecido, podremos prepararnos convenientemente para celebrar la Navidad.
“Por este niño suplicaba y el Señor me ha concedido lo que pedía; por eso yo también se lo cedo al Señor y quedará cedido al Señor mientras viva.” Al igual que Ana comprende que Samuel “no le pertenece,” tampoco nosotros nos pertenecemos. La misericordia entrañable de Dios en Jesús nos ha rescatado, “hemos sido comprados a gran precio.” Si no llega a ser por ese amor intensísimo de Dios seguiríamos dando vueltas por los túneles de nuestro pecado, buscando a Dios pero sin llegar a “conectar” con Él. María no tiene reparo en llamarse a sí misma esclava, pues sabe que pertenece completamente a Dios.
Hoy a algunos les tocará la lotería y estarán felices un rato. A nosotros nos ha tocado la Gracia de Dios, y esa alegría perdura siempre. Déjate encontrar por Dios en estos días, no olvides que si no es por Él, en lugar del Portal de Belén te encontrarías un sucio establo. María lo ha preparado para el nacimiento del niño-Dios, déjala que prepare también tu corazón.