San Juan 2, 18-21; Sal 95, 1-2. 11-12. 13-14; San Juan 1, 1-18

¡Por fin llegó el día!. Hoy es San Silvestre. Además de los aguerridos y ateridos corredores de la carrera vallecana, muchos otros saldrán esta noche a la calle, no creo que a celebrar San Silvestre, aunque terminen bastante “asilvestrados.” Hace ya unos cuantos años que descubrí las bondades de descansar alguna hora más esta noche, vivir plenamente el primer día del año (dedicado a nuestra Madre la Virgen), aunque no participe en “la marcha”, “el rollito”, “el cotillón” y la fiestorra y las doce uvas me las tome a la diez de la noche. Ya se encargarán los de los cohetes de despertarme para rezar un avemaría a medianoche.
“Asilvestrados.” Así terminan muchos estos días de la octava de Navidad, olvidándose del motivo de la fiesta que celebrábamos hace apenas una semana y cayendo en manos de Dionisio o Baco (que es el mismo), entre copas de cava y sidra, en brazos de Afrodita o encomendándose a Artemisa, entre Cibeles y Neptuno, en adoración nocturna al Sol desde su puerta, entre cantos, eructos, matasuegras y pastillas “mata-hijos”.
“Hijos míos, es el momento final.” San Juan no se refiere al 31 de Diciembre, ni conoció este calendario, se refiere al final de los tiempos. “La Palabra era Dios… era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre… y el mundo no la conoció. Vino a su casa y los suyos, no la recibieron.” Cada 31 de Diciembre asistimos a la “paganización” de la fiesta, al olvido de Dios, a apagar la luz que nos brilló, a acallar el canto de los ángeles con el “bacalao.”
Sin embargo “Os he escrito no porque desconozcáis la verdad, sino porque la conocéis y porque ninguna mentira viene de la verdad.” Como conocemos la verdad vamos a apartar todo el ruido que nos impedirá descubrir “la luz que brilla en la tiniebla.” Vamos a quedarnos con los que esta noche cuidarán enfermos, ancianos y niños, los que ayudarán a los transeúntes, a los que estén pasando frío, a los que pasarán esta noche en oración frente al Santísimo pidiendo por toda la humanidad, a los que mirarán su vida de este último año y sabrán perdonar y aprenderán a pedir perdón. Nos quedaremos con aquellos que en vez de desgranar doce uvas desgranarán avemarías, con los que reirán con otros de corazón sin tener que narcotizarse con alcohol, con los que morirán esta noche y pasarán de la fugacidad del tiempo y sus doce campanadas, a la grandeza de la eternidad.
No tengo nada en contra de las fiestas y de que las personas se unan para celebrar distintos acontecimientos. Pero ciertamente me dan “grima” estas fiestas cuya coreografía se basa en expulsar al Niño Dios, hasta del pobre establo donde nació, apenas a los siete días de venir al mundo.
“SI hubieran sido de los nuestros habrían permanecido con nosotros.” ¿Cómo vas a celebrar esta nochevieja?. “Asilvestrado” o como San Silvestre que nunca pudo andar grandes distancias y una carrera lleva su nombre. “Asilvestrado” o como San Silvestre que es el primer Papa no mártir canonizado, por su amor a la Iglesia. “Asilvestrado” o como “nacido de Dios.”
Santa María y San José siguen en el portal cuidando a Dios hecho niño. No les dejemos solos esta noche.