Isaías 42, 1-4. 6-7; Sal 28, 1 a y 2. 3ac-4. 3b y 9 b- 10 ; Hechos de los apóstoles 10, 34-38; san Marcos 1, 7-11

“Este es mi Hijo amado, mi predilecto”, así termina el Evangelio de la Misa en la que conmemoramos el bautismo del Señor.

La verdad es que deberían bastarnos estas palabras del Evangelio de San Marcos en las que se nos dice que Jesús es el Hijo predilecto de Dios, su “Hijo amado” para embebernos del Evangelio, para empezar a leerlo y releerlo y meditarlo todos los días de nuestra vida.¡Poder conocer a alguien que es Hijo amado de Dios!, ¡Hijo predilecto! Aprender de su vida.

En esta página Web que tienes delante de tu vista en Internet cada lector puede ir descubriendo aspectos nuevos de la vida de Cristo. Matices, puntos de vista que uno no imaginó de la vida de Cristo. Esta es la finalidad de estos “comentarios a las lecturas de la Misa”: que conozcas más a Cristo y al conocerlo mejor, amarle más.
Para seguir animándote a meditar el Evangelio cada día, hoy te pondré un ejemplo por si te ayuda a éste fin. Cuando varias personas están cantando sin acompañamiento de instrumento musical por ejemplo, un órgano- existe una tendencia constante a bajar el tono. Por eso, si el coro no está acostumbrado a cantar sin acompañamiento, el director suele tener un diapasón con el que de vez en cuando da una pequeña señal para recordar que deben dar una nota más alta de la que están cantando. De la misma manera, si no queremos que nuestra vida cristiana empiece a languidecer -a bajar de tono- necesitamos un diapasón que mantenga el tono constantemente. El diapasón del cristiano es leer el Evangelio y meditar la vida de Cristo.

En la vida del Hijo de Dios encontramos el mejor índice, la mejor pauta a seguir. Pero por si alguien tuviera duda, es el mismo Cristo quien nos lo dice: “Yo soy el Camino”.
Juan Pablo II nos ha dejado un reguero de anécdotas que son mucho más que eso, en realidad son joyas para quien quiera escucharle. Por ejemplo en una ocasión una periodista preguntó al Papa: «Santidad: hacia dónde va la Iglesia con Juan Pablo II?» Y respondió el Romano Pontífice: «En busca del hombre, en defensa del hombre, y con el Evangelio en la mano». Me parece una respuesta que en el día del bautismo del Señor bien vale la pena que la meditemos. Nosotros vamos con Cristo a conquistar el mundo para nuestro Dios -una conquista de paz y de amor a todos los hombres- y ésta es nuestra arma: “con el Evangelio en la mano”.
Y ya que el día del bautismo es siempre un día de fiesta contaré una graciosa anécdota de otro Papa, de Juan XXIII cuando todavía era Nuncio en París, y que viene al caso porque podemos sacar una consecuencia. Monseñor Roncalli coincidió en una recepción diplomática con el primer rabino de la Comunidad judía de Paris. Entablaron amistosa conversación y al dirigirse al comedor, se cedían mutuamente la precedencia cuando entraban. Entonces, Roncalli dijo al rabino: «Por favor, primero el Antiguo Testamento y luego el Nuevo…» Con el Evangelio, con el Nuevo Testamento, se ha llegado a la plenitud de la Revelación. Ahí está todo lo que Dios ha estimado suficiente para que el mismo Cristo nos guíe por el camino que conduce a la salvación, al encuentro con su “Hijo amado” en quien tiene puestas todas sus “complacencias: escuchadle”. Y le escuchamos, entre otros medios, cuando leemos y meditamos el Evangelio.