Hebreos 2. 14-18; Sal 104, 1-2. 3-4. 6-7. 8-9; Marcos 1, 29-39

Servicio a los demás. Oración y humildad. No estaría muy alejado de la verdad quien nos asegurara que estos tres aspectos que acabamos de mencionar son pilares de nuestra fe; como goznes capitales sobre los que se apoya y gira nuestra bendita religión católica.

El Señor como hacen los amigos va casa de dos de sus discípulos que son hermanos, a la de Simón y Andrés. Y nos desvela el Evangelio de la Misa de hoy que “la suegra de Pedro estaba en cama con fiebre”.

Tres detalles significativos: primero que mal, muy mal debería de estar porque sabiendo que venía el Señor a casa de su yerno Pedro, ella ni se levanta. Segundo que Pedro se llevaba muy bien con su suegra tanto que, al parecer vivía en su casa, pues allí está en una de las camas, acostada; esto es algo a tener en cuenta como para decirnos que entre los cristianos ni siquiera con la suegra nos tenemos que llevar mal; es un poco de broma, pero se entiende que con la caridad no se hacen bromas; nos sirve este episodio para volver a recordar que hemos de querer a todo el mundo sea cual fuera la relación de parentesco que se tenga y esté -ese pariente- sano o enfermo, sea simpático o antipático, piense como nosotros o de modo diverso.

Y la tercera observación es que el Evangelio es muy humano y verdadero. A veces los teólogos o exegetas del Nuevo testamento han utilizado este argumento como uno más, para consolidar la veracidad de los Evangelios. Es decir, no son los Evangelios relatos fantásticos donde todo es perfecto, la gente es guapa, hay belleza, salud y dinero, todo el mundo quiere al protagonista de ésta película, todo sale bien, etc. No. Los evangelistas no nos cuentan las cosas como probablemente a ellos mismos les hubiera gustado que fueran, deformando entonces la realidad. Nos dicen que Pedro tiene suegra y que está enferma, que Al Señor le quieren echar de un pueblo a pedradas, que Pedro -ya que estamos con Pedro- es cobarde, tiene miedo cuando observa que se está hundiendo en el mar o niega a Cristo por tres veces. Y así tantos otros ejemplos donde nos muestran la verdad, aunque no sea “políticamente correcta”. Pero así somos los hombres -los cristianos y también los que no lo son–, y a su vez, es necesario distinguir entre nosotros, los cristianos que, se ve, somos pecadores, faltos de fe, cobardes, etc, y nuestra Madre la Iglesia, Esposa de Cristo, fundada por Él que es inmaculada y sin mancha.

Todo esto es para decir que al ver Jesús a una persona sufriendo “se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre”. El Señor sirve a los demás, está pendiente de sus necesidades. Tan claro es el ejemplo que nos quiere dar Jesucristo que, nos dice el Evangelio que ella, la suegra, en cuanto se encontró bien “se puso a servirles”.

Después no sólo curó a ésta mujer porque era suegra de un amigo suyo sino que Cristo no hace acepción de personas y así, cuando ya anochecía “curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó a muchos demonios”. Servicio y a todos.

No nos podemos ahora extender en aquellos otros aspectos en los que decíamos se podría resumir el cristianismo pues se ha terminado el espacio previsto. Pero después de este servio a los demás, el Señor vuelve a ir a coger fuerzas ¿Dónde? Pues después de un anochecer agotador entregándose a los demás, “se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar”. Toma fuerzas de la oración.

Y el último aspecto. El éxito ha sido enorme: ha curado a la suegra de Pedro y a “muchos enfermos de diversos males” un día lleno de gloria y, lógicamente quieren darle las gracias, vitorearle, aclamarle, exaltarlo. De hecho, van los discípulos donde Él estaba haciendo oración y le dicen que “todo el mundo te busca”; pero su respuesta es contraria a la del líder político o famoso personaje. Su respuesta es sorprendente: “vámonos a otra parte” y en seguida nos dice el Señor que no he venido a que me alaben, sino que he venido “para predicar” el Evangelio. Humildad.

Servicio. Oración. Humildad. Pilares que si luchamos por consolidarlos en nuestra vida, captaremos, seguro, la mirada amable y entrañable de nuestro Dios, de un Dios que tanto nos quiere.