Hebreos 4, 1-5. 11; Sal 77, 3 y 4bc. 6c-7. 8; Marcos 2, 1-12

Dice el salmo responsorial de la Misa de hoy que “lo que oímos y aprendimos, lo que nuestros padres nos contaron, lo contaremos a la futura generación” y, como quizá son tantas cosas, el propio salmo nos concreta que lo que debemos contar son “las alabanzas del Señor, su poder”

Lo primero que nos recuerda este salmo es la necesidad de ser trasmisores de la fe: “lo que oímos y aprendimos” de nuestros padres, eso, “lo contaremos a la futura generación”. Aquí hay una obligación que es una deliciosa obligación: trasmitir nuestra fe. Digo “deliciosa” porque “la boca habla de lo que hay en el corazón”. Un cristiano debe tener a Dios y las cosas de Dios -su esposa la Iglesia, los medios de santificación, los sacramentos, etc. – en el punto de mira central de su existencia. Tanto que el mismo Jesucristo nos dirá de un modo que no puede haber nada más claro para ayudarnos a ser buenos cristianos que: “de que le vale al hombre ganar el mundo si pierde su alma”.

Por eso, el corazón del hombre sabio -es decir, el inteligente que ama-sabrá tener en primer plano de su existencia “lo que oímos y aprendimos de nuestros padres” sobre Dios, esto es “las alabanzas, su poder”.

Trasmitir la fe -que “nosotros lo contemos a la futura generación”- será, para un cristiano, como antes decía, una deliciosa obligación. Dicho con Palabras de San Pablo “No me avergüenzo del Evangelio, pues es una fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree (…) como está escrito: El justo vivirá de la fe” (Rom 1, 16).

“Que surjan y lo cuenten a sus hijos, para que pongan en Dios su confianza y no olviden las acciones de Dios, sino que guarden sus mandamientos”, sigue insistiendo el Salmo responsorial, pero añadiendo una finalidad a ese trasmitir la Palabra de Dios, y la finalidad es ésta: “para que pongan en Dios su confianza y no olviden las acciones de Dios, sino que guarden sus mandamientos”. Es decir, estar atentos a cómo se porta Dios con nosotros -“que no olviden las acciones de Dios”–; y cómo deben ser nuestras acciones para con Dios -“que guarden sus mandamientos”-.

Dios lo que quiere es que alcancemos la vida eterna, por tanto, lo que quiere es que nos conduzcamos por el camino de la verdad, por el camino donde está la vida, no la muerte, que es junto a Dios.

Es pues a todas luces necesario que nos “trasmitamos” el modo, el camino, la senda que allí conduce; el medio indispensable para poder dar el abrazo definitivo, eterno, a nuestro Padre Dios, es la fe: “el justo vivirá de la fe” acabamos de recordar con San Pablo.