Hebreos 12, 1-4; Sal 21, 26b-27. 28 y 30. 31-32; Marcos 5, 21-43

Tengo un problema. Por fin han arreglado el techo de la parroquia y espero no volver a tener goteras en los próximos veinte años (¡je!). La terraza de la cubierta ha quedado preciosa, verde como una pista de tenis o un campo de mini-golf. Sólo ha habido un problema, los trabajadores decidieron ir tirando los botes de pintura al patio, para recogerlos todos juntos después. Mi perro, curioso por su naturaleza animal, veía caer botes y botes en su territorio y decidió investigar más de cerca. Tras meter la cabeza dentro de uno de los botes tiene las orejas y media cabeza verde. No sé con qué se quitará esa pintura, así que ahora parece un cruce entre un pastor alemán y un Gremlin de Spilberg. Ignoro si hacerle que se haga unos largos en una piscina de disolvente será una buena solución, o esperar a que cambie todo el pelo. En definitiva, un problema. Mientras tanto se quedará más raro que un perro verde.
“La niña no está muerta, está dormida. Y se reían de él.” El problema de Jairo, la muerte de su hija, si que es un problema. También el de la mujer que padecía flujos de sangre y se había gastado todo en médicos es un grave problema, no el de mi perro. Hoy muchas personas viven angustiadas por problemas y cuando les presentas a Cristo como salvación y vida se ríen de ti, cuando alguien dice que la sociedad vive sumergida en el pecado, entonces, se ríen de él.
Si yo decidiese (no lo haré), cortar la cabeza a mi perro para solucionar el problema de sus orejas verdes comprendería que me llamasen bestia, animal e ignorante (y que me llamen hortera si le pongo un gorrito). Sin embargo, ante los problemas del mundo hay muchos que no paran de cortar cabezas. Cuantas veces se escucha: “Eso ya no es pecado”, “lo hace todo el mundo” ,“la ciencia dice que se puede”, y frases parecidas que quieren evitar la raíz de los problemas. A ningún fabricante se le ocurriría poner un gran cartel en sus botes de pintura: “Peligro, la pintura mancha.” Si no manchase no sería pintura. Pero ahora muchos quieren que la pintura no manche, que los actos no tengan consecuencias, que el pecado no exista y que desaparezca nuestro pasado y no influya en nuestro futuro. Eliminar el pecado es como cortar la cabeza al perro, no sólo no evitamos el problema sino que creamos uno mayor.
Mira tu vida y la vida de la sociedad en que vives. Mírala con optimismo, “fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe: Jesús.” Pero sin intentar cortar de un plumazo los problemas, sin esquivar la vista de lo que está mal en tu vida y en tu entorno y ponle solución. Muchos querrán decir que es bueno lo que objetivamente es malo, otros “gastarán toda su fortuna” en adivinos, nigromantes y halagadores de la conciencia. Nosotros no caigamos en eso. “Corramos la carrera que nos toca, sin retirarnos.” Acudiendo a Jesús en la oración, en la Eucaristía, confiando plenamente en su misericordia y en la Gracia que es capaz de dar la vuelta a nuestra vida y nuestra sociedad. Sólo de Él podemos escuchar esas palabras: “Talitha qumi,” y ponernos en pie inmediatamente, dejando atrás toda nuestra enfermedad, pecado y muerte, para seguir a Cristo. Los que quieren escuchar esas palabras de otro o negar el hecho del pecado y de la muerte, ésos, sí que son más raros que un perro verde.
Santa María nos ayudará a “no cansarnos ni perder el ánimo” en el seguimiento de Cristo.