Hechos de los apóstoles 5, 17-26 ; Sal 33, 2-3. 4-5. 6-7. 8-9 ; san Juan 3, 16-21

“Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna”. Así empieza el Evangelio de la Misa de hoy.

No hay duda de que podemos pensar que estos días, todo nos recuerda la muerte, y la vida, del Papa; que lo tenemos presente de un modo especial, pues el impacto no sólo ha sido hacia fuera, “mundial”, como comentábamos ayer, el impacto ha sido también personal, interior. Quizá también por eso nos sale de forma natural referirlo todo a este hecho.
Fijémonos en el Evangelio de hoy: podemos hacer un paralelismo, salvando las distancias como es lógico, de la vida del Papa con la de Jesucristo: Juan Pablo II ha sido un regalo de Dios Padre a los hombres.Pienso que la vida del Papa, su dedicación y entrega al mundo -porque ha sido una entrega al mundo entero- no debe hacer que nos quedemos sólo en el hombre, en Karol Wojtyla, nos debería llevar a alzar la vista y ver, además, la grandeza de Dios: ¡qué amor tiene tan grande Dios a los hombres! Un amor que le lleva a elegir -es el Espíritu Santo el que elige a todos los Papas- a hombres como Juan Pablo II.

Y apoyándonos en el Evangelio de hoy , podríamos decir también que Dios nos entregó a este Papa para que “no perezca ninguno de los que creen en Él, sino que tengan vida eterna”

En todos los Papas a lo largo de la historia, en todos los Obispos que hemos tenido y seguimos teniendo, hemos de, por la misma esencia de su vocación, es la de ser Pastores: pastores de almas, se les llama. Por eso mismo, el Evangelio dice que lo que quiere Dios es que “ninguno perezca” y que todos “tengan vida eterna”, es decir, el Papa, los Obispos y también los sacerdotes, procuran hacer todo su ministerio, es decir, rezar, predicar, bautizar, confesar, casar etc. con la finalidad de ayudar a cumplir el querer de Dios. Ese es su ministerio: pastorear a sus ovejas para que puedan salvarse, porque -sigue el Evangelio de hoy-“Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él”.

Bueno, dice que no vino para juzgar al mundo ahora, mientras estamos en esta tierra; todos debemos dejarnos ayudar por el Papa, por los Obispos, por los sacerdotes, para alcanzar la vida eterna, pero el que no quiera salvarse, el que quiera condenarse, él mismo se condenará, ya que “el juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas”.

Es decir, hay “juicio” y hay “obras malas”. Esto es importante porque hay quienes dicen que no, y sin embargo la Palabra de Dios, concretamente en el versículo siguiente al que estamos comentando dice: “pues todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras”, es decir, estos son los que se apartan de Dios, Luz de luz, sus obras son “malas”, no verán a Dios; “en cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios”. Estos son los que son hijos de Dios: “vosotros sois la luz del mundo”. Muchos estamos persuadidos de que precisamente el Papa ha sido llamado por el Padre a esa luz maravillosa, y está ahora plenamente unido a Él.