Hechos de los apóstoles 2, 1-11; Sal 103, 1ab y 24ac. 29bc-30. 31 y 34 ; San Pablo a los Corintios 12, 3b-7. 12-13; San Juan 20, 19-23

“Exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo”. Gran fiesta la que hoy celebra la Iglesia. Sería la fiesta de hoy con respecto al Espíritu Santo lo que es la Navidad para la segunda persona de la Santísima Trinidad: del mismo modo que Cristo hace su entrada en la historia de la humanidad el día de su nacimiento en Belén, el Espíritu Santo será el día de Pentecostés cuando irrumpirá en la vida de la Iglesia: “y descendió sobre ellos [la Virgen y los apóstoles] el Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego”

Se le ha llamado “El Gran Desconocido”. Efectivamente. Hay obras de Dios que se denominan “opera ad extram” (acciones hacia fuera, podríamos traducirlo), que son las que realizan las tres personas de la Trinidad de quien reciben su ser o su existir. Pero estas obras, no obstante, son atribuidas de un modo más singular a una o a otra Persona de la Santísima Trinidad. Así, la Creación, es atribuida a Dios Padre, aunque intervienen las otras dos Personas: “hagamos al hombre a imagen y semejanza nuestra”, dice el Génesis: “hagamos” en plural. Al Hijo, se le atribuye la Redención: pero Jesús en el Evangelio nos dice claramente: “el Padre y yo somos una misma cosa”. Y, finalmente, al Espíritu Santo se le atribuye la santidad de los hombres: “conviene que yo me vaya -dice el Señor-porque cuando yo me vaya os enviará al Paráclito, al Espíritu de Verdad”.

Hoy, además, en la Misa, seguramente habrás oído lo que se llama “la Secuencia del Espíritu Santo”. Es una oración, justo antes de la lectura del Evangelio, de añejo sabor de alma enamorada y necesitada, que acude a su Dios, el Espíritu Santo, “brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos”, se dice en una de sus estrofas.

Además, en esta Secuencia se le llama al Espíritu Santo de un modo que se ha hecho casi nombre propio: “Huésped del alma”. Es lo que más desea Dios, el Espíritu Santo: vivir en nuestra alma. Hay unas palabras de Jesús en el Evangelio que manifiestan este habitar de Dios en el alma del hombre en gracia: “el que me ama, cumple mis mandamientos, y mi Padre le amará e iremos a él y haremos morada en él”. Este habitar de Dios en el alma, es dar hospedaje al Espíritu Santo: a las tres personas Padre, Hijo y Espíritu Santo. Esto sucede en el alma que ama a Dios porque cumple sus mandamientos. Ahí es donde el Espíritu Santo se siente Huésped del alma.

Si encontraras esta Secuencia, en algún misal o devocionario, cosa que no será difícil, te animo a que la medites despacio. Te transcribiré para empujarte a esta meditación, por ejemplo, la última petición que hace el hombre al Espíritu Santo para que se vuelque en nosotros y colme nuestras ansias de ser santos:
“reparte tus siete dones,
según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracias,
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse”.
y danos tu gozo eterno.