Eclesiástico 1, 1-10; Sal 92, lab. Ic-2. 5 ; san Marcos 9, 14-29

“Toda sabiduría viene del Señor y está con él eternamente”. Esta frase que acabo de transcribir del libro del Eclesiástico y que corresponde a la primera lectura de la Misa de hoy, enoja profundamente al soberbio. Lo diré con otras palabras: a quien piensa que no hay realmente una verdad objetiva. Lo que el Papa Benedicto XVI ha llamado “el relativismo”.

Mejor dicho. El relativismo, que es una corriente que viene a afirmar que no existe una verdad objetiva, que “todo es relativo”; que existe “tu” verdad, “mi” verdad; que no existe, si seguimos sacando consecuencias, una moral objetiva, porque los diez mandamientos, por ejemplo, en realidad cada uno los vive según él lo entiende y por tanto está bien o está mal lo que a mi me parece que merece este o aquel calificativo.

La Sabiduría existe. La Verdad objetiva también. El relativismo es malo para el hombre, por eso, el Papa Benedicto XVI ha dicho que no; que no son así las cosas. Que este relativismo imperante en los tiempos que vivimos nos hace desenvolvernos según esta filosofía que no se ajusta a la verdad.

Habría aún que añadir un matiz muy importante. Todo esto que estamos diciendo, en realidad, no lo dice Benedicto XVI, sino que el Papa hace de altavoz de las enseñanzas de Jesucristo que dice: “del interior del corazón del hombre proceden los malos pensamientos, las fornicaciones, los homicidios, las maledicencias… todo esto, procede del interior del hombre y hace impuro al hombre”. El Papa, repite, con otras palabras lo que dice aquí Jesucristo: hay cosas que están bien y otras que están mal, al margen de lo que le parece a cada uno.

“Uno solo es sabio, temible en extremo; está sentado en su trono”, nos recuerda la misa de hoy. El que es humilde, o simplemente, “el que tiene dos dedos de frente”, se da cuenta de que este “Uno solo” es Dios. Aunque Él es tan bueno, que, como dice de la Sabiduría en la primera lectura de la Misa de hoy “el Señor en persona la creó, la conoció y la midió, la derramó sobre todas sus obras; la repartió entre los vivientes, según su generosidad se la regaló a los que lo temen”.