Eclesiástico 35, 1-15; Sal 49, 5-6. 7-8. 14 y 23; san Marcos 10, 28-31

El pasado domingo se celebró en Zaragoza (España), en la Basílica del Pilar, una misa con motivo de la Peregrinación Nacional por el Primer Centenario de la Coronación de la Virgen del Pilar y el 150 aniversario de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción. Todos aguardaban con expectación el mensaje de Benedicto XVI que dirigía a todos los fieles allí congregados: “La Iglesia católica en España está dispuesta a dar pasos firmes en sus proyectos evangelizadores, por lo que la transmisión de la fe y la práctica religiosa de los creyentes no puede quedar confinada en el ámbito puramente privado”. Esta valentía del Santo Padre, que anima a los católicos españoles a no hacer dejación de su condición de cristianos, concuerda perfectamente con lo que nos dice el libro del Eclesiástico en la lectura de hoy: “No te presentes a Dios con las manos vacías”. Los que están queriendo arrinconar la fe de millones de cristianos, a la vez que, con actitud irónica, pretenden presentar a la Iglesia como un lastre del pasado, se olvidan de que Jesucristo está vivo, y que ahora, más que nunca, se muestra al mundo como el único capaz de liberar al hombre de tantas ataduras. De manera magistral nos lo está demostrando el nuevo Papa que, hablando de la fe, nos recuerda el deber y la obligación de ser todos los católicos testigos y transmisores de la verdad recibida. ¡No podemos quedarnos apocados o amilanados ante tanta “tontería” que intentan imbuirnos! Cristo sigue siendo Camino, Verdad y Vida, y nadie, absolutamente nadie, podrá contradecir la voluntad de Dios. Él quiere nuestra colaboración para inundar el mundo con su gracia, y que la presencia de Cristo arda en los corazones de todos los hombres.

“El ser humano que nace, crece y se forma en la familia, es capaz de emprender sin incertidumbre el camino del bien, sin dejarse desorientar por modas o ideologías alienantes de la persona humana”. Es lo que nos dice el Papa. De esta manera, no es la familia un “lugar” que se pueda manipular dependiendo de una ideología o un interés partidista, sino que se trata de algo querido por Dios desde el principio: en la familia recibimos el don de la vida y adquirimos la formación y educación necesarias para servir a Dios y a la humanidad. Se trata del sitio que nos corresponde, y en el que alcanzamos nuestro pleno desarrollo. Benedicto XVI continúa en su mensaje: “En la convivencia doméstica, la familia realiza su vocación de vida humana y cristiana, compartiendo los gozos y expectativas en un clima de comprensión y ayuda recíproca”.

“Muchos primeros serán últimos, y muchos últimos primeros”. En ese acto celebrado en la Basílica del Pilar en Zaragoza, también los obispos españoles, junto con toda España, se han consagrado al Corazón Inmaculado de la Virgen para obtener de ella la fortaleza necesaria para ir “contracorriente”. No se trata de ir contra nadie, sino de favorecer el viento de la gracia que Dios nos dispensa a través de la mediación de María. Como decía el Papa: “En esta hora de discernimiento para muchos corazones, los obispos españoles volvéis a mirar hacia Aquella que, con su total disponibilidad, acogió la vida de Dios que irrumpía en la Historia”. Y esa historia es la tuya y la mía, la de cada cristiano que quiere permanecer fiel a la confianza depositada en el Hijo de la Virgen: “Confiad en mí, yo he vencido al mundo”.