Oseas 6, 3-6; Sal 49, 1 y S. 12-13. 14-15; san Pablo a los Romanos 4, 18-25; san Mateo 9, 9-13

Una de mis especialidades es perderme. Pocas cosas me ponen tan nervioso como cuando alguien me dice: “Es muy fácil llegar, está a un paso.” ¡Para él que conoce el camino!. Seguro que estoy cuarenta minutos dando vueltas alrededor del lugar al que me dirijo. Esa desconfianza en mi “GPS” personal hace que tenga que ir a todos los sitios con mucho tiempo de adelanto y, al final, casi siempre llego el primero.
“Vio Jesús a un hombre llamado Mateo sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: “Sígueme.” Él se levantó y lo siguió.” Siempre me llaman la atención los textos de la Biblia en que Dios llama a alguien. Dios no negocia, no “vende” el producto, no plantea un futuro prometedor ni unas “ventajas sociales o laborales.” Simplemente el Señor dice: “Sígueme,” “sal de tu tierra,” “haz esto o lo otro.” Y queda en la decisión de Abraham, de Noé, de Moisés, de Samuel, de Mateo, de Pedro, de Pablo, de Jeremías el dar el paso siguiente: “se levantó y lo siguió.” Tan sencillo. Me imagino a Dios explicándole el “itinerario catequético” a cualquiera de ellos: “Mira, Abraham, vas a dejar tu tierra y te vas a poner a dar vueltas por el desierto con todas sus incomodidades. Tendrás un hijo después de muchos años y te pediré que lo sacrifiques, a ver qué haces. Te morirás sin ver la tierra prometida, ni el gran pueblo, ni el día del Señor, pero verás qué contento estás.” Ante este panorama lo más seguro es que Abraham se diese la vuelta en la hamaca y siguiera comiendo dátiles, Mateo le cobrase el IVA por predicador a Jesús y San Pablo hubiera sacado un pasaje a las islas Caimán antes que llegar a Damasco.
La llamada de Dios no admite negociaciones o, “apoyados en la esperanza, creemos, contra toda esperanza,” y damos un paso detrás del Señor y luego otro y otro, o mejor nos quedamos al margen. Voy a decir una insensatez: Ante Cristo más vale darle la espalda y seguir otro camino que intentar que nos lleve a donde nosotros queremos. Estando a sólo un paso nos dedicaremos a dar vueltas en torno a Cristo, pero jamás llegaremos a Él. Eso hacían los fariseos, dar vueltas en torno a Cristo a ver si era “de los suyos,” pero incapaces de dar un paso con Él. Eso hizo Judas y eso que estaba tan cerca. Eso hago yo muchas veces, detrás del “sí” pongo un “pero.”
¿Qué hay que tener de especial para levantarse y seguir a Jesús?. Nada. Publicanos, pecadores, prostitutas, pescadores, negociantes, sabios…, todos ellos simplemente confiaron más en la Gracia de Dios que en sus fuerzas y, paso a paso, llegaron a la santidad. Quien se haya hecho ya su “itinerario” preciso para llegar a Dios seguramente acabe llegando solamente a sí mismo. Tan trazado tiene su plan que acabará molestándole la mujer o el marido, los hijos, los suegros, las vacaciones, el Obispo, la parroquia, el trabajo, las vacaciones…, todo le molestará para conseguir “su” objetivo y no se dará cuenta de que esos son los medios por los que Dios le habla. Se pasará la vida haciendo “sacrificios” por tantas cosas que le molestan, pero olvidará la misericordia.
Nuestra Madre la Virgen dijo ese “sí,” ese “fiat” sin condiciones. ¿Dónde le llevaba el Señor? A donde quisiera, que ella estaba dispuesta a seguirle y, en tan buena compañía, no hay sufrimiento demasiado grande. Tú y yo estamos a tan sólo un paso de Cristo, sólo nos falta darlo.