san Pablo a los Corintios 3, 15-4, 1. 3-6; Sal 84, 9ab- 10. 11-12. 13-14; san Mateo 5, 20-26

Con el auge de las cámaras digitales se ha perdido la emoción de ir a recoger las fotografías. Antes podías descubrir que se te había velado un rollo entero de unas fotos que guardabas con mucha ilusión, que la mitad habían salido movidas o descubrir delante del de la tienda que tu hijo Juanito estaba poniendo los “cuernos” a la tía Rosalía en esa foto de familia de la boda de Encarnita. Eso se ha perdido y, también, el “arte” de la fotografía. Ahora se hacen fotos a tontas y a locas, e incluso a gente normal. Se miran en la pantalla de la cámara y si no te gusta la borras. En las tarjetas de memoria de esas cámaras seguro que hay más fotos de personas que se hacen fotos en primer plano, con la boca abierta hasta la campanilla que en un buen manual de otorrinolaringología. Antes habríamos dicho: “Me has estropeado una foto,” ahora las guardamos diciendo que es muy graciosa. Antes cada fotografía era el recuerdo de un momento que queríamos fuese inolvidable e importante. Ahora hacemos fotos hasta a las señales de tráfico de nuestra calle.
“Cuando se vuelve hacia el Señor, se quitará el velo.” Estas palabras que San Pablo refiere a los Israelitas podría decírnoslas hoy a nosotros. Se nos ha olvidado la Revelación (el que Dios se ha revelado, mostrado a los hombres), y por eso lo vemos todo como con un velo. “Si nuestro evangelio sigue velado, es para los que van a la perdición, o sea, para los incrédulos; el dios de este mundo ha obcecado su mente para que no distingan el fulgor del glorioso Evangelio de Cristo, imagen de Dios.” Como el hortera con su cámara digital tenemos ocasión de leer el Evangelio en multitud de ocasiones, pero como no lo “revelamos” lo unimos a las “fotos” del partido de fútbol, de la última película de la Guerra de las Galaxias, de la última faena que nos han hecho en el trabajo y nuestros más bajos pensamientos e imaginaciones. Con lo cual se nos va “llenando la tarjeta de memoria,” perdemos el “arte” de creer y todo se vulgariza, se banaliza y se hace insustancial, ni nos mueve ni nos conmueve.
Vivir en la parroquia tiene sus ventajas. Puedo pasar muchas veces ante el Sagrario y hacer oración ante Él temprano por la mañana e, incluso antes de acostarme, pasar a darle las buenas noches y quedarme un ratito más con Jesús Sacramentado. Esos ratos son como ir a la tienda de fotografía con el carrete de toda la vida. Descubres los momentos que se te han velado, que no has tenido presencia de Dios o rectitud de intención, te has dejado llevar por el orgullo, la vanagloria o la falta de caridad. Esas “fotos,” esos momentos que “están en negro,” se tiran a la basura con el arrepentimiento y, si hace falta, con una buena confesión cuanto antes. Otros momentos del día se revelan “movidos,” es decir, has querido hacer las cosas de Dios pero has salido tú mismo. Son los momentos en que uno quiere quedar bien o que le feliciten e incluso ha buscado que le premien o le halaguen. Esas también se quedan en la “papelera de la tienda.” Y otras veces, más de lo que uno espera, descubres esa fotografía que ha salido centrada, bien iluminada, con una estupenda perspectiva. Te llevas una alegría hasta que descubres que tú también sales en la foto y que la había hecho otro (seguramente tu primo pequeño). “Porque no nos predicamos a nosotros mismos, predicamos que Cristo es Señor y nosotros siervos vuestros por Jesús.”Aunque esa foto está bien, el Señor Eucaristía, como buen profesional de su “tienda de fotografía” te enseñará unos cuantos trucos para que esa foto, que era bastante buena, sea mucho mejor. Esos momentos del día estén más llenos de amor de Dios, de humildad, “para que nosotros iluminemos, dando a conocer la gloria de Dios, reflejada en Cristo.”
¿No he dicho nada hoy del Evangelio?. Cuando el Señor revele contigo el carrete de cada día ¿No piensas que si ves una fotografía en la que ponga “imbécil” o “renegado,” la tirarías inmediatamente a la papelera? Seguro que sí.
Lo más difícil de las cámaras antiguas era que había que enfocar, al menos yo casi siempre lo hacía mal y tardaba más moviendo el objetivo que en disparar. Así nunca hacías una foto de improviso. María, nuestra Madre del Cielo, es experta en enfocar, con ella siempre se ve perfectamente a su Hijo. Pídele unas lecciones y así nunca te pillará el “dios de este mundo” de improviso.