Éxodo 19, 2-6a; Sal 99, 2. 3. 5 ; san Pablo a los Romanos 5, 6-11; san Mateo 9, 36-10, 8

Hay quien dice que un optimista es solamente un pesimista mal informado. Puede ser así, pero ciertamente soy de los que prefieren ver el lado positivo de las cosas o, por lo menos, entretener en lo bueno mis pensamientos, que lo malo ya nos viene encima.
“La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad pues, al dueño de la mies que mande trabajadores a su mies.” Podríamos dedicarnos a comentar lo difícil que es que un joven responda generosamente y se ordene sacerdote o se entregue en la vida consagrada. Aprovechando el tirón podríamos comentar lo mal que está la sociedad, la ausencia de criterios, la degradación de la sociedad, la falta de formación, etc. Pero para ese comentario mejor es que te levantes de la pantalla del ordenador y des una vuelta por tu barrio.
“Rogad pues.” El que llama es el Señor, a los doce y a cada uno de nosotros. ¿Te das cuenta la cantidad de Gracia que debe estar recibiendo el mundo en estos momentos?. El que los hombres no correspondamos no significa que Dios se canse de dar, de llamar, de perdonar. A ti y a mí, que no seremos los cristianos perfectos -al menos yo me veo que esquivo tantas y tantas veces al Señor-, nos cuida Dios de una manera espacialísima. Ahora que has hecho “clic” sobre estas torpes palabras, y habrás leído antes el Evangelio, en vez de mirar la cotización de bolsa o ver el resultado de los partidos de fútbol, ¿no te das cuenta que ha sido la fuerza del Espíritu Santo lo que te ha puesto en oración?. ¿Cuántas veces nos ocurre a lo largo del día?.
Diremos que la sociedad está mal. Pero ciertamente prefiero a un gran pecador que a un gran conformista, escojo a una sociedad que se aleja de Dios o le ignora que a una que ya le conoce demasiado y se aburre de Él. “Si cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, ¡con cuanta más razón, estando ya reconciliados, seremos salvos por su vida!” Se repetirá la mirada de Jesús sobre esta sociedad como sobre aquellas gentes de las que se compadecía “porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor.” Al igual que nosotros podemos pensar que hacemos todos los días nuestras oraciones “porque somos buenos, o tenemos esa costumbre” y no darnos cuenta de que “nadie puede decir Jesús es el Señor si no es por la acción del Espíritu Santo;” en este “campo del mundo” que tenemos por delante, tenemos que redescubrir la misericordia de Dios, su presencia y acción en medio del mundo, volver a encontrarnos con la Salvación que Cristo nos trae y, aunque muchos piensen que es una noticia vieja, para los que se han ido alejando de Dios será una novedad deslumbrante por la que no dudarán en cambiar de vida.
Tenemos a veces la manía de contar por multitudes, y el Señor cuenta de uno en uno. No podemos dejarnos llevar por los grandes encuentros, las aglomeraciones o los actos fastuosos. Están muy bien cuando son necesarios, pero el Señor no mira al gentío con mirada de éxito, sino de misericordia y compasión. Llamó a doce y del resto hablaría con muchos, para cada uno tendría una palabra de aliento, de consuelo, de esperanza, alguna que otra llamada de atención. Así me imagino que actuaría Cristo. Marta, Lázaro, María, José de Arimatea, Bartimeo y Zaqueo no eran los “chicos de Jesús,” eran personas concretas, con nombre y apellidos, a los que Cristo se había acercado.
Por eso en estos tiempos revueltos hay que ponerse a trabajar con mas ahínco. El Espíritu Santo no se cansa ni se agota. Para muchos el Evangelio es una palabra completamente nueva, la misericordia un misterio y la reconciliación una experiencia desconocida. Por eso, a trabajar, Dios cuenta con nosotros.
El lugar donde más se trabaja el encuentro personal, el tú a tú, es la familia. Vamos a pedirle a la Madre de toda la familia humana, a la Virgen María, que proteja y protejamos siempre a las familias, que allí comenzamos a conocer y a amar a Jesucristo. En la familia empiezan los mimos de Dios.