Isaías 49, 1-6; Sal 138, 1-3. 13-14. 15 ; Hechos de los apóstoles 13, 22-26; san Lucas 1, 57-66. 80

El Evangelio de la Misa de hoy nos cuenta un hecho digno de consideración. Isabel, la prima de la Virgen, la mujer de Zacarías va ya a dar a luz en el tiempo previsto, después de que su esposo tuviera aquella conversación con el Ángel del Señor en el templo, y le escuchara el anuncio del nacimiento de ese niño. Zacarías, por falta de fe, pues no se creyó que siendo su mujer de muy avanzada edad, pudiera tenerlo, quedó mudo. Fue una señal que quiso dejar Dios, no sólo a él sino a todos nosotros, de que, cuando Él habla, los hombres debemos enmudecer. Y así quedó, mudo, hasta el momento que recoge la Misa de este día: el momento del nacimiento de su hijo Juan que será “el Bautista”.

Hay una primera consideración que deberíamos tener siempre presente los que tenemos fe: para Dios no hay nada imposible. ¿No va acaso Dios a saber cuál es el tiempo para que una mujer pueda tener hijo, si es el autor de la naturaleza humana? ¿Cómo va a haber algo imposible para quien es capaz de resucitar a un muerto? Podemos pensar que resucitar a los muertos, devolver la vista a ciegos, o hacer andar a los paralíticos, no era lo “habitual” cuando estaba sucediéndole esto a Zacarías. Es cierto, pero el pueblo de Israel, al que pertenece Zacarías, sabía prácticamente de memoria el Pentateuco, y más concretamente el Génesis donde bien a las claras se cuenta cómo Dios creó de la nada, cómo separó el mar Rojo en dos para que pasara el pueblo elegido, y tantos otros acontecimientos en que de modo extraordinario había intervenido Dios a favor de los hombres y en los que quedaba claro que Dios es omnipotente.

La verdad es que no tenemos excusa, y menos los que tenemos fe. Hoy por hoy, aun a pesar del avance de las ciencias, no hay nada más coherente que contemplar la omnipotencia de un Dios creador y providente que está en el principio y en el transcurrir de los acontecimientos.
Por eso, aquella duda de Zacarías cuando el ángel le dice lo que Dios va ha realizar en su mujer: que siendo de avanzada edad pueda tener un hijo, aquella falta de fe, como las faltas de fe en Dios que nosotros tenemos actualmente, debe de ser de las cosas que más entristezcan a nuestro Padre Dios. Y han de ser para Él motivo de tristeza porque suponen desconfianza, porque nos ha dado mil pruebas de su omnipotencia. Por eso ha querido que, al menos todos los domingos -cuando rezamos el Credo en la Misa-digamos “creo en Dios Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible, Dios de Dios, luz de luz”.

Pidamos a Dios que nos aumente la fe, que vivamos de fe, pero también que nos fijemos en las cosas que nos rodean, que estemos atentos a las cosas que Él ha puesto delante de nuestros ojos para que nos sea muy fácil ver su mano en los acontecimientos de cada día.