Génesis 27, 1-5. 15-29; Sal 134, 1-2. 3-4. 5-6; san Mateo 9, 14-17

¿Por qué se empeñará la gente en pensar y decir que seguir a Cristo es algo así como meterse en un potro de tortura o pasarlo mal? Hay una especie de obsesión por parte de algunos en plantear las cosas de Dios, la entrega a Dios, como algo oscuro o patético. Y sin embargo… estoy convencido de que o bien están equivocados, o bien intentan parapetarse en su fracaso intentando señalar el aparente fracaso de otros. A mí no me engañan, no me van a demostrar que soy un tío triste cuando soy yo el que me miro al espejo todos los días y veo si me lo paso bien o no, si saco o no partido a la vida. A mi vida. Os puedo asegurar que contento estoy contento, y nadie me va a convencer de lo contrario. Me vais a permitir que os cuente algún detalle, como no me conocéis me importa poco contaros cosas personales, y si os ayuda me daré por satisfecho.
Esta tarde, sin ir más lejos, al terminar la jornada de trabajo todavía quedaba algún “fleco”, como se dice ahora, y hemos tenido una reunión distendida e informal para solucionar cosas relacionadas con una fiesta juvenil: el encuentro de un grupo de jóvenes con el Papa en Colonia. Muchos jóvenes se reunirán allí para vivir el gozo de su fe junto con el Santo Padre, Benedicto XVI. Pues bien, todo eso hay que organizarlo, es verdad, y requiere su tiempo. Se hace con la normalidad de un trabajo que se orienta a Dios y se vive con naturalidad. Y luego, pues, como todo el que ha trabajado y siente ya el peso del día, se tiene hambre, así que hemos decidido irnos a cenar. Y hemos cenado bien. Porque los hijos de Dios, que viven con naturalidad, también se alimentan y saben degustar las cosas buenas, y saben dar gloria a Dios por las cosas buenas. Así que hemos cenado, y hemos hablado de lo divino y de lo humano. Es verdad que cuando hemos pasado al restaurante dos curas vestidos de curas nos han mirado como si estuviéramos pintados como un piel roja (os puedo asegurar que lo único que llevábamos era el traje de cleryman) y supongo que a algunos les ha llamado la atención que los curas también cenen. Pues sí.
Es curioso porque lo hemos pasado fenomenal y creo que se nos notaba, hemos reído, hemos contado anécdotas, y no hemos puesto verde a nadie, ni hemos contado chistes subidos de tono. Ya se ve que la imaginación también da de sí cuando se quiere hacer las cosas de cara a Dios sin problematizarse. El caso es que así han ido las cosas.
Yo creo que en el fondo hay que buscar excusas para decir que uno se queda con una parte importante del pastel cuando el pastel está incluso detrás de la vitrina y ni se huele. El pastel que nos hemos comido, después de unos entrantes y una carne exquisita, era leche frita y helado de chocolate. Buenísimo todo. El luto no es propio de los seguidores de Cristo porque los seguidores de Cristo están convidados al gran banquete, y van de fiesta. Así de claro. Y si no que se lo pregunten a la Virgen, que estaba en las Bodas de Caná, el primer acto público del Señor y la primera fiesta, y lo que hace es pedirle al Señor que convierta el agua en vino, para que los novios y los invitados disfruten. Pues eso.