Levitico 23, 1. 4-11. 15-16. 27. 34b-37; Sal 80, 3-4. 5-6ab. 10-llab ; san Juan 11, 19-27

“En aquel tiempo, muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María, para darles el pésame por su hermano. Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa”.

En los pasajes del Evangelio en los que sale Lázaro o sus dos hermanas, Marta y María, si os fijáis son pasajes siempre muy intensos, con mucha vida, aunque sea, como en este caso, con ocasión de la muerte de Lázaro. Y eso puede ser muy bien por la presencia de una de las hermanas, María, que siempre es apasionada, sincera, y con un amor muy grande, al Señor.

En esta ocasión, debería de estar tan destrozada María, que no sale a recibir al Señor; no se me ocurre otra explicación de ese permanecer quieta de María tras enterarse de que el Señor llega y que no salga a recibirle

Lo hace su hermana Marta. Y va a protagonizar una conversación maravillosa con Jesús que ha sido puesta, ya desde entonces, como ejemplo palmario y nítido de la existencia de la otra vida, de la resurrección de los muertos, de la vida eterna con Dios: -«Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá.»

Marta está preparándose para hacer un acto de fe, que es lo que Dios quiere; pero ella está insinuándole al Señor una petición de modo finísimo para que resucite a su hermano: “aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá”, le dice Marta a Jesús. Debemos aprender de cómo piden los santos, con qué delicadeza y, como ya sabemos, con qué eficacia, pues va a conseguir que Cristo resucite a su hermano y, en este sentido, podemos decir que “gracias a ella”, pues Cristo, cuando ve la fe de quien le pide, “no puede resistirse”.

Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará.»Marta respondió: «Sé que resucitará en la resurrección del último día.» Jesús le dice: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?» Ella le contestó: «Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.»

Este es el acto de fe que el Señor siempre pide cuando acudimos a Él, o como vemos aquí que hace ahora Marta, para rogarle que actúe. Efectivamente el Señor es en ese momento, después del acto de fe de Marta cuando dice: “vamos”. Y se dispone a ir al sepulcro donde, como sabemos, pese a que Lázaro llevaba cuatro días muerto, lo resucita.

¡Qué importante es creerse de verdad la Verdad!, ¡qué importante es caminar, aunque sea camino del sepulcro, pues hacia allí nos dirigimos, a quien es el Camino!, y ¡qué importante es creer que nosotros resucitaremos por quien es la Vida! Pues todo esto es lo que pedía Jesús a Marta y, como Marta creyó en la Verdad, caminó por el Camino y esperó en la Vida, Cristo obró el milagro de su hermano Lázaro.

De igual modo nosotros debemos vivir con la fe en la Resurrección, pues “si Cristo ha resucitado también nosotros resucitaremos”.