san Pablo a los Tesalonicenses 4, 9-11; Sal 97, 1. 7-8. 9 ; san Mateo 25, 14-30

Hay personas de las que decimos que tienen talento. ¿Qué es tener talento? ¿Tener talento es valer más, es haber sido agraciado con un don? Cada ser humano es una obra maestra de Dios. Cada persona es un dechado. También, quizá más, los minusválidos o los discapacitados. Decimos minusválidos como si valieran menos y discapacitados como si tuvieran menos capacidades. Lo cierto es que estas personas son las más valiosas y, sin duda, los preferidos de Dios. ¿Qué es, en realidad, tener talento? ¿Es tener poder? ¿Es tener fortuna? ¿Es ser listo? Nadie es una chapuza como persona. En todos hay talentos, en todos está el don de Dios, el amor de Dios. Eso sí, todos somos distintos y, por tanto, los talentos de cada uno son diferentes.
“Un hombre que se iba al extranjero llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno le dio cinco talentos, a otro dos y a otro uno, a cada cual según su capacidad, y luego se marchó”. Quizá este “se marchó” sea más importante de lo que parece. Se marchó quiere decir que los dejó solos, que los dejó libres. Los ojos del amo ya no vigilan sus bienes. El amo ha confiado en sus empleados y les ha dejado solos. Les ha dado toda la libertad.
Pero los talentos no son suyos. Los talentos son prestados, son de Dios. Hay quienes piensan que sus virtudes, o sus riquezas, o su suerte son suyas. Hay quienes afirman: “yo no debo nada a nadie”; “a mi nadie me ha regalado nada”. ¡Necios!, todo es de Dios, todo es don de Dios.
Uno de los empleados, por miedo, esconde su talento en un hoyo y lo deja improductivo. Ahí tenemos una vida estéril. El Señor le ha dado libertad, pero él ha tenido miedo a tanta libertad. El problema de este individuo “prudente” no es tanto la improductividad como el miedo. Este es un esclavo lleno de temores, es un hombre que no entiende lo que es vivir en libertad. Tiene mentalidad de siervo, apenas respira una bocanada de libertad y se ahoga. Dios nos quiere libres, dueños de nosotros mismos. Dios no quiere empleados serviles, quiere hijos libres que se saben señores, herederos.
Los talentos que Dios nos da siempre rinden, sólo hay que tener la valentía de ponerlos en juego. En realidad la libertad es el talento. Dice Don Quijote: “La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”.