san Pablo a los Romanos 4, 20-25; Lc 1, 69-70. 71-72. 73-75; san Lucas 12, 13-21

Se acerca uno al Señor y le dice: “Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia”. Estos días la Iglesia está mostrándonos en los evangelios de la misa escenas de la vida del Señor donde parece que nos quiere dejar claro que Cristo no ha venido a cosas mundanas. Así, ayer el evangelio terminaba, como recordaréis, diciendo el Señor que “dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”.

Hoy, le plantean una cuestión a Jesús que podríamos calificar de derecho hereditario: dirimir cuestiones de bienes que les ha dejado su padre al morir entre dos hermanos. La contestación que da el Señor nos parece muy lógica: “hombre, ¿Quién me ha nombrado juez o árbitro entre vosotros?”, les contesta.

Es curiosa esta contestación porque bien sabemos que el Señor sí que es -que será el día del juicio final- juez. ¿Cómo es que dice ahora que “¿quién me ha nombrado juez entre vosotros?”. Puede sorprender, pero sólo a primera vista, pues en el mismo evangelio de hoy, el Señor nos va a decir de qué nos va a juzgar en relación a los bienes que han pasado o tenemos en este momento sobre nuestras manos.

Para ello nos cuenta una parábola, nos pone un ejemplo que, como ya es conocido, podemos muy bien resumir diciendo que un hombre que le ha ido todo muy bien en la vida y que además es muy rico, tiene una cosecha aún mejor ese año y, por tanto, como no tiene nada por lo que preocuparse se dedica a “comer, beber y darse la buena vida”.

Pero en el pasaje del evangelio de la misa de hoy, el Señor termina llamando a ese hombre que “lo tiene todo” y que lo está pasando tan bien: “necio”. Quizá nosotros, a quien pudiera vivir así, sin preocuparse de otra cosa que la de comer, beber y pasarlo bien, le diríamos, o al menos pensaríamos: “¡qué suerte tiene!”. Este sería, además, un buen ejemplo de lo diferentes que son los pensamientos de Dios y los nuestros: a veces, a lo que nosotros consideramos como “bien”, como “una suerte”, Dios le está llamando “necedad.

Y, aún quisiera que nos fijáramos en dos aspectos que pienso son muy actuales. El Señor llama necio a alguien sobre el que aparentemente, no habría suficientes motivos para ser calificado por Dios como tal: la primera es que, al menos, por lo que cuenta la parábola del Señor, este hombre no está haciendo ningún pecado grave: “come, bebe, lo pasa bien”; y, en segundo lugar es que le llama “necio” a pesar de que “no hace mal a nadie”. No hace ninguna cosa grave, no hace mal a nadie, y, sin embargo, es necio.

¿Por qué llama “necia” a esa actitud ante la vida? La llama así, porque “esta noche te van a exigir la vida -dice el evangelio de la misa de hoy–. Lo que has acumulado, ¿de quién será?”, concluye el Señor en el evangelio de hoy.

Aparece pues muy claro lo que debemos sacar para nuestra vida de esta enseñanza y que, por si no se nos ocurría, el mismo Jesucristo nos lo dice para que estemos atentos: “así sucederá al que amasa riquezas para sí y no es rico delante de Dios”.