san Pablo a los Romanos 8, 18-25; Sal 125, 1-2ab. 2cd-3. 4-5. 6; san Lucas 13, 18-21

La Iglesia hoy, en el Evangelio que ha seleccionado para la Misa, nos trae dos parábolas contadas por el Señor y escritas por san Lucas en el capítulo 13: la comparación del reino de Dios a un grano de mostaza y a la levadura.
Son, como otras veces hemos considerado en estas páginas, ejemplos tomados de la vida de los hombres y que todos conocen, la mostaza y la levadura, aunque actualmente quizá ya no sean tan conocidos por todos.

Y el primer ejemplo que pone Jesús quizá sea para que entiendan mejor qué es el reino de los cielos, por así decirlo, los hombres: la mostaza, ya que lo suelen manejar más los hombres del campo, los labradores, pues la mostaza se siembra en la tierra, el hombre es el que “siembra en su huerto; crece, se hace un arbusto y los pájaros anidan en sus ramas”, dice textualmente el Señor. Y otro ejemplo del reino de Dios para que lo entiendan mejor las mujeres, pues se trata de la levadura, la “que una mujer toma y mete en tres medidas de harina, hasta que todo fermenta”. Incluso aquí la referencia del Señor es expresa a las mujeres, “que una mujer toma”. Queda claro que el Señor quiere que todo el mundo sepa -hombres y mujeres– en qué consiste el reino de Dios.
Este par de ejemplos que en realidad es uno, es un canto a la esperanza del cristiano. El cristianismo en el mundo de entonces, cuando empezaba y, desgraciadamente también ahora, –cristianos de verdad- son pocos. Pocos que vivan con todas las maravillosas consecuencias de amor, su fe en Dios cada día. Porque “el reino de Dios está dentro de vosotros”. Pero aunque sean pocos, si vivimos realmente según el don de la fe que Dios nos ha dado, se extenderá, se hará grande, tan grande como un “arbusto” donde “los pájaros anidarán en sus ramas”

Pero para eso hemos de comportarnos como cristianos en todos los momentos de la vida. No sólo “en Misa”, no sólo en las “fiestas patronales de mi pueblo”, no sólo llorar hasta la emoción incontenible al paso de la imagen de la Virgen de mi devoción en Semana Santa, sino ser un cristiano en la familia, en el trabajo, con las amistades, en el descanso. Cada día, todos los días.

Así, y me atrevería a decir que “sólo así”, es como el grano de mostaza se hará grande como un arbusto y la levadura fermentará la masa.

Hace una semana hablaba con un empresario, ya maduro, que quiere ser buen cristiano. Estuvo en Roma y le trajo a otro amigo suyo, como detalle una fotografía del Papa. El otro le dijo, según me contaba mi interlocutor y que lo dejó muy pensativo: “sí, esto está muy bien, pero quizá menos estampitas y deberíamos haber declarado aquel asunto a Hacienda”.

Seguro que viene muy al caso esta cita de la Christifideles laici, de Juan Pablo II, que en su número 15 dice: “las imágenes evangélicas de la sal, de la luz, de la levadura, aunque se refieren indistintamente a todos los discípulos de Jesús, tienen también una aplicación específica a los fieles laicos. Se trata de imágenes espléndidamente significativas, porque no sólo expresan la plena participación y la profunda inserción de los fieles laicos en la tierra, en el mundo, en la comunidad humana; sino que también y sobre todo, expresan la novedad y la originalidad de esta inserción y de esta participación, destinadas como están a la difusión del Evangelio que salva”