Hechos de los apóstoles 22, 3-16; Sal 116, 1. 2 ; san Marcos 16, 15-18

Hoy no tengo más anécdota que la del propio San Pablo. “Yo perseguí a muerte este nuevo camino, metiendo en la cárcel, encadenados, a hombres y mujeres; y son testigos de esto el mismo sumo sacerdote y todos los ancianos. Ellos me dieron cartas para los hermanos de Damasco, y fui allí para traerme presos a Jerusalén a los que encontrase, para que los castigaran.” Pablo, el celoso perseguidor “a muerte” de los cristianos poco podía suponer que era él el perseguido por el Señor. Pero si Pablo perseguía a los cristianos para destruirlos, el Señor lo persigue para renovarlo, para que se diese cuenta de su ceguera y volviese a ver con ojos nuevos.
Sólo hace falta asomarse a algunos “blogs” de tema religioso para darse cuenta de la cantidad de perseguidores de la Iglesia y de Jesucristo que existen en el mundo. Ayer mismo, después de contarme su infancia de monaguillo e incluso unos meses en un seminario, me decía un vecino de este barrio: “Pero yo soy de Jesús, no de la Iglesia, que cuando veo al Obispo por la televisión se me revuelve el estómago.” ¿Cómo si se pudiera separar a Cristo y a la Iglesia?. “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?.” Algunas veces cristianos “celosos” recurren a las mismas armas de los enemigos de la Iglesia y, se pueden leer en esos “blogs” todo tipo de insultos y descalificaciones, que no llevan más que a enconar posturas y a faltas de caridad, que por nada se justifican. La Iglesia nace y triunfa en la cruz, luego no puede extrañarse de vivir perseguida e insultada. Puede mucho más un santo que cien mil apologistas cargados de insultos.
“Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación.” Eso es irrenunciable. Aunque nos insulten, nos maltraten, nos marginen o nos maten, los cristianos no podemos dejar de anunciar la verdad del Evangelio. Podemos perder el tiempo en aprendernos los nombres de todos los obispos del mundo (y su fecha de jubilación), pero “ahora, no pierdas tiempo; levántate, recibe el bautismo que, por la invocación de su nombre, lavará tus pecados.» No podemos perder el tiempo en batallitas intestinas, hay mucho que hacer, cada día son más los que nunca se han encontrado con Cristo.
Además hay que contar con la lógica de Dios. Cuando se presenta el Evangelio de verdad, cuando se vive con coherencia y sinceridad la fe, recurriendo frecuentemente a la misericordia divina, entonces el perseguidor se convierte en perseguido. Se empieza a vislumbrar la maravilla de Dios, su bondad y su hermosura. Puede resistirse durante un tiempo, pero al final recobrará la vista y el sentido. Piensa que la fuerza de Dios es mucho mayor que la del Diablo, que la atracción de “El Bueno” es mucho más fuerte que cualquier tentación y que en la cruz, por muy desagradable que aparezca a primera vista, se cumplen aquellas palabras de Cristo: “Cuando sea elevado sobre lo alto atraeré a todos hacia mí.”
Son tiempos de oración intensa y urgente, como sería la oración de los cristianos de Damasco. Son tiempos de caridad y de entrega. Si somos fieles veremos cómo el Señor cambia los corazones de los enemigos de la Iglesia y de Cristo. Ponte en manos de María y preséntale este mundo, que es de su Hijo y a Él tiene que volver.