Jonás 3,1-10; Sal 50, 3-4. 12-13. 18-19; san Lucas 11, 29-32

Desde el Podcast que comenta el Evangelio (y al que puedes acceder desde esta misma página), su autor nos propone para cada día un pequeño gran propósito. Esto de los propósitos es complicado, de teorías todos podemos dar cien mil, pero los actos son más complicados de llevar a cabo. El otro día preguntaba a los niños qué iban a hacer especial en esta cuaresma. Un niño, siempre impredecible, me contesta: “¡Jugar!” No quise investigar mucho más, no sé si ese niño no juega durante el resto del año, o ignoraba el significado de la palabra “especial.” Lo cierto es que nos pasa muchas veces a los mayores lo mismo. Esperamos que por ser cuaresma nos llegará de sopetón una bofetada de gracia y nos convertiremos, pero, o hacemos algunos propósitos, o seguiremos haciendo y viviendo lo de siempre.
“Esta generación es una generación perversa. Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás.” Se ve que era una generación de “mirones,” que contemplaban el transcurrir de lo que pasaba en su entorno a ver si algo les sacaba de su aletargamiento. También ahora hay mucho mirón, viven la vida esperando que alguien -menos ellos-, haga algo que cautive su atención. La Santa Misa depende de cómo predique el cura, la oración de el sentimiento que les venga en ese momento, la caridad del protagonismo que pueda tener. Dejan que la vida se le escape de entre los dedos como si fuesen anguilas eléctricas que se escurren como condenadas y encima dan calambrazos. Son sujetos pasivos, una especie de esos “mimos” que se ponen por el centro de las ciudades imitando a estatuas y que sólo se mueven cuando les dan alguna moneda. Están tan acostumbrados a mirar sin ver que al final no ven lo que ocurre a su alrededor en cada instante.
Nosotros no queremos ser de esos. Ojalá fuéramos como Jonás. La primera vez que Dios le pide a Jonás que vaya a Nínive Jonás se levanta y sale corriendo… en dirección contraria. Seguro, no te extrañe, que cuando te has planteado propósitos para esta cuaresma has pensado: “Me estoy pasando, no estoy preparado para convertirme del todo al Señor, para hacer lo que Él me pide.” Y al día de hoy sigues haciendo todo lo que antes hacías e incluso te parece que has retrocedido un poco en tu vida cristiana. No te importe, si no dejas la oración. El Señor seguirá insistiendo y al final, aunque sea a regañadientes, comenzarás a hacer lo que Dios te pide. Y te asombrarás de su eficacia. Jonás, sea en una dirección o en otra, no se queda quieto.
No fueron muchos los testigos de la Resurrección. Muchos más fueron testigos de la crucifixión. Eso era una “generación perversa.” Hoy muchos son los testigos de los pecados y las miserias (de los otros), y no descubren las grandes obras de la misericordia de Dios, de las vidas entregadas, de la caridad ardiente que recorre nuestro mundo.
Tal vez tus propósitos y los míos (pocos y concretos), no los advierta nadie y saquen a relucir tus defectos. No te importe, volvamos al miércoles de ceniza: “tu Padre que ve en lo escondido te lo recompensará.”
Vamos a ponernos en marcha, luego veremos qué dirección llevamos. Si quieres no ir en dirección contraria a Nínive sigue a la Virgen, ella te llevará hasta el Calvario y hasta el sepulcro vacío.