Ezequiel 18,21-28 ; Sal 129, 1-2. 3-4. 5-7a. 7bc-8 ; san Mateo 5, 20-26

Poco partido le estamos sacando desde este comentario a la ley anti-tabaco que se va imponiendo en España. Además de los problemas de los estanqueros que no hacen sino cambiar las etiquetas de los precios de las cajetillas, a veces se producen situaciones curiosas. Una de ellas es que en los parking de vehículos han puesto en las paredes el dichoso cartelito: “Prohibido fumar. Espacio sin humos.” No es mal motivo. Ya me imagino a las familias llevando a los niños a merendar a un parking para que respiren aire puro. Decir que un aparcamiento cerrado, donde todo el día están arrancando coches, es un espacio sin humos es como decir que el Océano Pacífico es lugar libre de humedades. ¡Pero como lo dice la ley, hay que poner el cartelito!.
“Si no sois mejores que los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.” Muchas veces tengo que explicar a la gente que uno no es cristiano por hacer cosas buenas, sino por haber recibido el don de la fe en el bautismo. Pero a continuación tengo que añadir que, como dice el Apóstol Santiago, por las obras se conoce la fe. Y no es fácil. Vivimos en una sociedad fuertemente marcada por el pecado. No basta con colgar en nuestra casa un cartel que anuncie: “Espacio sin obras malas,” al igual que el aparcamiento está lleno de humo por mucho cartelito que cuelguen, en nuestra vida habrá pecado. El ambiente es de pecado, se respira egoísmo, consumismo, prepotencia, sexualidad desbocada, odio e impiedad. No podemos dejar que niños ni mayores jueguen alegremente en ese ambiente, por mucho cartel de “sociedad de libertades” que esté puesto, sin temor a que contraigan una grave enfermedad o les atropelle la vida.
Entonces, ¿qué hacemos?. ¿Buscar nuestro hábitat particular y quedarnos allí encerrados?. ¡No!. Convirtámonos en purificadores de aire, es decir, cambiemos el ambiente de nuestra sociedad, renovemos las costumbres, abramos las ventanas y aprendamos a respirar de nuevo.
“Por tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda.” En este tiempo de cuaresma tendríamos que empezar a cambiar el ambiente que nos rodea, y eso se consigue siendo humildes, pidiendo perdón a Dios y a quien tenga algo contra nosotros. Es muy fácil decirlo, e incluso poner un cartel con esta frase del Evangelio, pero lo que hay que hacer es llevarlo a la práctica. Piensa hoy, ahora, a quién has ofendido, despreciado, olvidado o insultado y vete a reconciliarte con él. No te acuestes hoy sin haberlo hecho, continuarás respirando entonces aire viciado. Sin embargo, si lo haces, sentirás que esta noche duermes mejor, que ha aumentado tu capacidad pulmonar, tu capacidad de amar.
“¿Acaso quiero yo la muerte del malvado -oráculo del Señor-, y no que se convierta de su conducta y que viva?” Por nuestra vida Cristo fue hasta la cruz, no dejemos que todo ese misterio de la misericordia de Dios se convierta en frases inútiles. Hagamos vida el Evangelio y cambiaremos el mundo.
María es el modelo de la humanidad que no respira el aire viciado del pecado. Cuando te desanimes, pues la tarea parece ingente, mírala a ella y continuarás haciendo el bien con redoblados esfuerzos. ¡Vale la pena!