; Sal 24, 2-3. 4-5ab. 6-7bc. 8-9; san Marcos 12, 18-27

En aquella selva sólo había un león y tres gusanos. De lo demás -jirafas, elefantes, cebras…- todos los que queráis. Ya sé que son pocos leones y pocos gusanos, pero es mi fábula y sólo tengo un folio. El león era el rey (como en las fábulas serias), y los gusanos eran tres bichitos atemorizados por los pájaros. Entre las aves, el solomillo de gusano estaba por las nubes, y andaban de cacería. El león, compadecido, decidió nombrar vicepresidente a un gusano para salvarlo.
Fue la hiena partiéndose de risa hasta el agujero del primer gusano: «Gusanito, el rey quiere verte»… Asomó su cabeza el pequeñín, que estaba echándose la siesta, y dijo: «¡Como si no tuviera bastante con los pájaros, ahora me llama el león! Si acudo, me comerá. Dile que se zampe a las cebras, si tiene hambre. Yo estoy durmiendo». Cuando terminó su siesta, salió a montar en bicicleta y se lo comieron los pájaros… Así son muchos hombres: cuando Dios los llama para salvarlos, se dan la vuelta. No quieren que Dios les complique la vida, temen que les robe lo suyo… Y, los muy tontos, mueren de todas formas.
Llamó la hiena, muerta de risa, al segundo gusano. Éste acudió, y cuando el león lo nombró vicepresidente, pensó: «¿Lo ves, Gus? Tenías la autoestima por los suelos. El rey no se ha fiado del elefante ni del oso, sino de ti. No sabe gobernar sin tu inteligencia». Sin consultar, ordenó que los animales se inclinasen ante él, y condenó a las aves a galeras. Cuando protestaron, el gusanito se irguió sobre las patas traseras y se cayó de culo. Volvió a levantarse, apoyado en un escarabajo, y gritó: «Soy el gusano de confianza del rey». Los pájaros, aunque no eran hienas, se partieron de risa y se lo comieron. El león, que lo observaba todo, dijo: «así son muchos hombres. Cuando Dios los llama, se creen superiores, y actúan sin tamizar su juicio en la oración y en la dirección espiritual… ¡Bobos!»
La hiena, que seguía riéndose, fue a buscar al tercer gusano. Éste, el más pequeño, se montó a lomos de la hiena, compareció ante el león, y cuando escuchó el nombramiento se echó a temblar: «¡Si no sé hacer nada! Soy el más insignificante de tus súbditos, y vivo asediado por los pájaros»… «No temas», le dijo el rey, «yo estaré contigo». Se quedó a vivir en palacio, y cada mañana presentaba ante el león sus decisiones. El rey las enmendaba, y siempre salía el gusano con un buen decreto. Un día los pájaros se echaron sobre él, lo molieron a palos, y se dispusieron a devorarlo. Uno de ellos le dijo: «¿Dónde está tu rey? ¿No se había fiado de ti?»… El pequeñín negó con la cabeza: «no se ha fiado él de mí, sino yo de él». Cogió las lecturas de hoy y leyó: «sé de quién me he fiado y estoy firmemente persuadido de que tiene poder para asegurar hasta el último día el encargo que me dio»… Apareció entonces el león y se comió a los pájaros, que fueron cocinados al chilindrón. Después dijo al gusanito: «Tú eres como Pablo, y Pablo como María. María no dijo: «Yo cumpliré tus órdenes», sino que suplicó: «Hágase en mí según tu palabra». ¡Éste es mi gusanito!». Y colorín colorado…