Reyes 18, 20-39; Sal 15, 1-2a. 4. 5 y 8. 11 ; san Mateo 5, 17-19

La primera lectura de hoy narra uno de esos episodios en los que nos estremecemos y al mismo tiempo esbozamos una sonrisa. Es tremenda la fe el profeta. Elías se había quedado solo frente a 450 sacerdotes de Baal. Pero esa desigualdad no le hace dudar. Elías no cae en la dictadura de las mayorías porque tiene la certeza de la palabra del Señor. Se ha fiado totalmente de Dios y no puede dudar de lo que ha oído. Entre él y los enemigos de Dios se encontraba el pueblo. Elías les dice: “¿Hasta cuándo vais a andar con muletas?” Es decir: ¿durante cuánto tiempo vais a seguir a Dios y al mismo tiempo a otros dioses? Porque entonces, como ahora, existían los que eran capaces de compatibilizarlo todo. Como se dice popularmente, “poner una vela a Dios y otra al diablo”. Algo parecido se indica en el Evangelio de hoy cuando Jesús recuerda el valor de todos los preceptos de la ley, incluso de los más pequeños, y nos libra del error de pensar que podemos escoger lo que más nos guste. La religión a la carta no es compatible con el cristianismo. Hoy en día está muy de moda. Es lo que se llama sincretismo, aunque también se podría denominar tibieza, indiferencia adobada con fervor pasajero, …

Elías propone una prueba. Es un hombre de Dios y cumple el doble cometido de servir al Señor e intentar salvar al pueblo iluminando su conciencia. Por eso propone esa competencia sacrificial, que no deja de ser bastante divertida. El mismo Elías se ríe a mandíbula batiente de los 450 falsos profetas que intentan que Baal les escuche. Su lenguaje irónico es también una enseñanza para nosotros que, más de lo necesario, nos tomamos en serio los desatinos de algunos. Elías no quiere un debate, sino que sugiere un signo. La dialéctica no siempre aclara la verdad porque en el uso del lenguaje son muy fáciles las trampas. Dios premia la constancia y fe de Elías enviando el fuego del cielo que consume la víctima. Podríamos quedarnos con esa gesta histórica y admirar la grandeza de Elías y el poder de Dios frente a los 450 impostores. Estaría bien. Pero también hay una enseñanza para todos nosotros. Elías, al indicar el camino del signo, nos muestra que la verdad del Evangelio hemos de comprobarla en nuestra vida. Juan Pablo II, durante el Jubileo del año 2000 habló a los jóvenes, en Tor Vergara, del laboratorio de la fe. No podemos quedarnos con las ideas sino que hemos de comprobar cómo cambian nuestras vidas.

Los 450 gritaban mucho, tenían la fuerza de la mayoría, encandilaban al pueblo con sus palabras hueras y sus ceremonias estériles y contaban con el apoyo de los poderosos. Pero, como no hablaban en nombre de Dios no podían dar una respuesta verdadera para el pueblo. La ventaja de la predicación cristiana es que siempre se puede comprobar que es verdadera. Pero no por deducción lógica, aunque toda ella sea muy razonable. Se puede comprobar porque vemos cómo en nuestra vida pasan cosas, entre otras, que somos más felices y entendemos mejor el sentido de lo que hacemos y de nuestra existencia. Aquellos hombres necesitaron un signo grande, pero que es pequeño comparado con lo que Dios hace en cada uno de nosotros.

María dijo que el Señor obraba Maravillas en ella. Que la Virgen nos ayude a descubrir esos signos con los que Dios se hace continuamente presente en nuestras vidas y que confirman la verdad de las enseñanzas de la Iglesia.