Comentario Pastoral
LA EUCARISTÍA ES LA MÁS BELLA INVENCIÓN DEL AMOR

Por misericordia para con nosotros, Jesús ha reunido en la Eucaristía un signo causado por su ausencia y el realismo de su divina y humana presencia. Tal es la comunión del pan del cielo, signo de vida eterna en la tierra. Porque quiso que el mismo gesto de amor fuese ofrecido a todos los hombres de todos los tiempos, Jesús desapareció ausentándose en la Ascensión. Desde entonces, Jesús desapareció ausentándose en la Ascensión. Desde entonces, al ser Señor del espacio y del tiempo, puede abarcar con una sola mirada todo el universo y su historia. Esta distancia oculta una presencia siempre real, aunque más discreta para poder ser más universal. En el signo del pan partido sobre la mesa de la Iglesia está la realidad de la persona de Cristo, crucificado y resucitado, verdaderamente presente para nosotros. Su poder y amor infinito no queda reducido a un puro símbolo que evoca solamente su paso breve por el mundo. Porque pudo y porque quiso, Cristo permanece con nosotros realmente presente, en el pan roto y compartido y en el cáliz consagrado de la nueva alianza. La Eucaristía es el velo más sutil, el mínimo, que permite a Jesús regalar a todos sus hermanos el máximo de su presencia a través del banquete divino. Jamás podremos dejar de adorar este sublime gesto de amor de Cristo. «Tomad y comed: es mi cuerpo». «Tomad y bebed: es mi sangre». Palabras sencillas y acogedoras, que encierran el misterio del Señor, que descansa en el altar antes de penetrar en nuestro corazón. Son el signo elocuente de la ternura infinita. En el altar de todas las iglesias, en el sagrario del templo más sencillo, en la custodia más artística que sale procesionalmente a la calle el día del Corpus, Jesús, el Salvador, el Señor, está verdaderamente presente. La Eucaristía es la más bella invención del amor de Cristo.

Andrés Pardo


Para orar con la liturgia
Fue en la último -ágape fraterno-, tras comer la Pascua según mandamiento, con sus propias manos repartió su cuerpo, lo entregó a los Doce para su alimento. La Palabra es carne y hace carne y cuerpo con palabra suya lo que fue pan nuestro. Hace sangre el vino, y aunque no entendamos basta fe, si existe corazón sincero. Adorad postrados este Sacramento. Cesa el viejo sitio; se establece el nuevo. Dudan los sentidos y el entendimiento: que la fe lo supla con asentimiento.

Fragmento del «Pange Lingua»


Palabra de Dios:

Éxodo 24, 3-8

Sal 115, 12-13. 15 y 16bc. 17-18

Hebreos 9, 11-15

san Marcos 14, 12-16. 22-26

Comprender la Palabra

En esta Solemnidad del Corpus, que celebramos el Domingo siguiente al de la Santísima Trinidad, escuchamos siempre, en una u otra Lecturas, las palabras consagratorias, pronunciadas por el Señor; este año -ciclo B-, en la Lectura del Evangelio, en el Relato de la Institución de la Eucaristía, según San Marcos. A partir de la reforma conciliar (Concilio Vaticano II) esta Solemnidad lleva como título: «del Cuerpo y de la Sangre de Cristo». Y este año, las dos primeras Lecturas y el Salmo nos hacen fijar la atención principalmente en el Misterio-Sacramento de la Sangre de Cristo.
En la Lectura del Evangelio escuchamos las palabras declarativas, consagratorias, del Señor, sobre la Copa: «Esta es mi Sangre, Sangre de la Alianza, derramada por todos». La fórmula, familiar a nuestros oídos, recoge las variantes de los otros relatos bíblicos de la Institución de la Eucaristía, según San Pablo, San Mateo y San Lucas.
Cuando el Señor pronuncia estas palabras sobre el Cáliz, sin duda está pensando en las palabras pronunciadas por Moisés (1ª Lectura): «Esta es la sangre de la Alianza» (pacto, decisión, de Dios en el Sinaí).
La sangre es la vida; simboliza la vida. Aquella Sangre, que primero había sido derramada sobre el Altar (símbolo de Dios) y después asperjada sobre el Pueblo, simboliza la comunión vital del Pueblo con Dios: Comunión en la Sangre, comunión en la Vida. La sangre de aquella Alianza provisional era anuncio profético de la Sangre de la Alianza Nueva y Eterna». Esta Sangre, es decir, la Persona de Jesucristo, es decir, su Vida biográficamente entendida, su Vida Salvifica, ofrecida al Padre, entregada por amor en el servicio de todos, «derramada» hasta la Muerte de Cruz por todos, en beneficio de Todos (Resurrección)…es lo que en el cáliz de la Eucaristía se contiene, para que, bebiendo de él, entremos en comunión con Cristo, su Persona, su Vida Ofrecida, Sacrificada, para purificarnos («La Sangre, derramada para el perdón de los pecados») y así transformarnos, divinizarnos. Y esto es lo que en el fondo nos dice el Autor de la Carta a los Hebreos (2ª Lectura): «Cuánto más la Sangre de Cristo, que, en virtud del Espíritu Eterno, se ha ofrecido a Dios como sacrificio, podrá purificar nuestra conciencia de las obras muertas, llevándonos al culto del Dios vivo «.

Avelino Cayón


el Sínodo Diocesano

Fomentar la oración (I)


41. Hacer de las parroquias y comunidades cristianas auténticas escuelas de oración, en las que se cultive la relación íntima con el Señor a través de la oración personal y comunitaria, dejando que el Espíritu Santo avive en nosotros la memoria de sus palabras y acciones, de su alabanza y obediencia al Padre.
42. Aprender con María, estrella de la nueva evangelización, a vivir todas las circunstancias en relación con el Misterio de Dios, cuidando de modo especial la oración.
43. Educar en la oración, en las familias y en las comunidades cristianas, incluyéndola en toda programación pastoral, de manera que se asegure una iniciación básica en los diferentes tipos de oración personal, familiar y comunitaria.


Constituciones

al ritmo de la semana


El Sagrado Corazón de Jesús – 23 de junio

La fiesta del Sagrado Corazón de Jesús no tiene ninguna relación con un hecho histórico de su vida.’ Sus antecedentes hay que situarlos en la Edad Media, donde la devoción a la humanidad de Cristo, especialmente a su pasión y a sus llagas se extendió como una corriente de espiritualidad. Los impulsores de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús fueron primero Santa Gertrudis y Santa Matilde en el siglo XIV, y en el XVII San Judas Eudes y Santa Margarita María de Alacoque. Clemente XIII aprobó la fiesta para la nación polaca, Pío IX en 1865 la extendió a la Iglesia universal, y Pío XI en 1928 la elevó a la máxima categoría litúrgica, comparable con las. fiestas de Navidad y la Ascensión. No han faltado liturgistas que veían difícil justificar esta fiesta desde el punto de vista litúrgico. Decían que el Viernes Santo ya se celebraba el amor de Cristo herido por nuestros pecados, y que es el día más apropiado para meditar en su humanidad, incluyendo en ella su corazón. Lo principal en esta fiesta es el reconocimiento del amor de Cristo y la reparación. En la oración colecta se pide ofrecer a Dios «una cumplida reparación». Pío XII en la encíclica «Haurietis aquas» dice que el amor a Dios a nosotros es lo fundamental en el C’ristianismo. Y este culto al Corazón de Jesús, en lo esencial, no es otra cosa sino el culto al amor divino y humano de la Palabra encarnada, Y a la vez el culto al amor con que el Padre y el Espíritu Santo aman a los hombres,


J. L. O.

Para la Semana

Lunes 3:
San Romualdo (+ 1 027), ermitaño; reformador de las costumbres de los monjes de su época.

1 Reyes 21,1-16. Nabot ha muerto apedreado.

Mateo 6,38-42. Yo os digo: No hagáis frente al que os agravia.

Martes 3:

1 Reyes 21,17-29. Has hecho pecar a Israel.

Mateo 5,43-48. Amad a vuestros enemigos.

Miércoles 3:
San Luís Gonzaga (1568-1591), jesuita, estudiante de teología, murió por su caridad en los hospitales de Roma

2 Reyes 2,1-6.14. Los separó un carro de fuego y Elías subió al ciclo.

Mateo 6,1-6.16-18. Tu padre que ve en lo escondido, te recompensará.

Jueves 3:
San Paulino de Nola (355-431), convertido después de vivir en matrimonio, se hizo monje y fue elegido obispo de Nola. San Juan Fisher (s. XV), obispo de Rochester y Santo Tomás Moro (s. XV), canciller de Inglaterra, mártires.

Eclesiástico 48,1-15. Elías fue arrebatado en el torbellino y Eliseo recibió dos tercios de su espíritu.

Mateo 6,7.15. Vosotros rezad así.

Viernes 3:
El Sagrado Corazón de Jesús.

Oseas 11,16.3-4.8c-9. Se me revuelve el corazón.

Efesios 3,8-12.14-19. Comprendiendo lo que trasciende toda filosofía; el amor cristiano.

Juan 19,31-37. Le traspasó el costado, y salió sangre y agua.

Sábado 3:
Natividad de San Juan Bautista. Señala al Mesías y con él culmina todo el Antiguo Testamento.

Isaías 49,1-6. Te hago luz de las naciones.

Hechos 13,22-26. Antes de que llegara Cristo. Juan predicó.

Lucas 1.57-66.80. El nacimiento de Juan Bautista. Juan es su nombre.