Amós 8, 4-6. 9-12; Sal 118, 2. 10. 20. 30. 40. 131 ; san Mateo 9, 9-13

Hoy, no sé por qué, no tengo ninguna gana de escribir. (Bueno, la verdad es que sí lo sé, pero no voy a contároslo). Esto de las ganas es curioso, hay veces que no tienes ganas de ciertas cosas, pero tienes que hacerlas. Al concejal que ayer anunció las fiestas de San Fermín en Pamplona no le dio la gana gritar “Viva San Fermín,” y no lo hizo. Menos mal que sí le dio la gana de pasar antes por su consulta y atender algunos pacientes. Me imagino que el día que además de agnóstico se levante vago, se diagnosticará un lumbago. El “me apetece” o “no me apetece” no es criterio para la vida, aunque para muchos sea una máxima divinizada.

“Escuchad esto, los que exprimís al pobre, despojáis a los miserables, diciendo: «¿Cuándo pasará la luna nueva, para vender el trigo, y el sábado, para ofrecer el grano?» Disminuís la medida, aumentáis el precio, usáis balanzas con trampa, compráis por dinero al pobre, al mísero por un par de sandalias, vendiendo hasta el salvado del trigo.” Estos daban limosna, pero les apetecía darla y lo hacían de mala gana. El Señor no se anda con chiquitas y se tiembla al leer el resto de la lectura. Y es que compartir los bienes no es algo para quien le apetece hacerlo, es un acto de justicia.

Algo parecido pasa con la Palabra de Dios: “Mirad que llegan días -oráculo del Señor en que enviaré hambre a la tierra: no hambre de pan ni sed de agua, sino de escuchar la palabra del Señor.” Jesús no le pregunta a Mateo si le apetece o no le apetece seguirle y cambiar de vida. No le hace una oferta a la que se pueda añadir unos extras. .Simplemente le dice: “Sígueme” y Mateo le siguió.

La postura del que se autodenomina agnóstico es la del que no dice ni sí, ni no, ni todo lo contrario. Es nadar y guardar la ropa. Es utilizar a Dios, por lo que empieza a dejar de pensarse en él como Dios, y al final se vuelve prescindible. En eso que ellos llaman dios yo tampoco creo. Pero cuando se conoce a Dios entonces tienes que seguirle, no caben componendas ni rebajas. Dios es el Dios de la misericordia, que “no ha venido a llamar a los justos, sino a los pecadores,” que no vuelve el rostro ante las miserias de la humanidad y que nunca cierra la puerta a quien quiera acercarse a Él.

Pero quien quiera contemplar a Dios desde lejos. Quien quiera que Dios esté en su lugar y él en el suyo, quien no quiera enamorarse y dejarse querer por Dios, entonces es que no conoce al Señor. Conocerá una caricatura, una especie de Superman (que ahora vuelve), más bien rarito y caprichoso. Pero que no diga que conoce a Dios. Que no se las dé de intelectual ni de científico, pues sólo estará mostrando al mundo su propia ignorancia o su inmensa cobardía. Quien quiera decir que no a Dios que lo diga claramente, no se ande con flirteos pseudo religiosos de espiritualidad barata.

“Él se levantó y lo siguió.” Con todas sus consecuencias, si no, que se hubiera quedado sentado.

Nuestra Madre la Virgen es la antítesis del agnóstico, es la perfecta creyente. Con su compañía afinaremos cada día más en nuestra respuesta de fe.

Aunque a alguno le duela: “Viva San Fermín.”