Corintios 10, 14-22; Sal 115, 12-13. 17-18 ; san Lucas 6, 43-49

Parece que la comunidad Islámica se ha enfadado con el Papa. Estoy convencido que para él, como para todos los cristianos, esta es una gran contradicción y estará rezando y trabajando por la rápida solución de esta situación. Pero no porque dejen de ofenderle o amenazarle debe claudicar de la verdad. Me he leído la conferencia del Papa (que avisa le faltan las notas y citas, por lo que se debe esperar a una posterior publicación), y me parece que el buscar la verdad no es ningún delito. Durante los últimos años, en que tanto hemos oído hablar de la “yihad,” he leído unos cuantos artículos defendiendo el esfuerzo y la lucha interior, algo así como la ascética cristiana, y renegando de la lucha o violencia exterior, o al menos calificándola de “pequeña yihad.” Viendo las fotos que nos ponen los periódicos de gente gritando, con pancartas insultantes y  revolucionados por una conferencia, que seguro que no se han leído, me parece que hay algunos, como entre muchos cristianos, que trabajan poco la “yihad” contra la ira.

No hay árbol sano que dé fruto dañado, ni árbol dañado que dé fruto sano.

Cada árbol se conoce por su fruto; porque no se cosechan higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos.” Es muy fácil para los musulmanes juzgar a Benedicto XVI. Nos es muy fácil también a nosotros juzgar a los musulmanes. Y es muy fácil que casi todos nos equivoquemos. El que conoce los corazones es Dios, y sólo a Él le toca juzgar. Nosotros podremos decir si las obras son buenas o malas, no las personas. Nos hemos acostumbrado por medio de programas del “corazón,” de articulistas demagogos y manipuladores y del mundo de la opinión a juzgar a las personas. ¡Qué distinto sería si cada uno de nosotros mirase primero sus propias obras! Si no, edificaremos nuestra vida y nuestra sociedad sobre los blandos cimientos del orgullo y del poder y, de esa manera: “arremetió contra ella el río, y en seguida se derrumbó y quedó hecha una gran ruina.” Así nos va. Las zarzas queremos ser higueras y los espinos pretenden ser vides, y lo único que hacen es pinchar a quien se acerque.

“No podéis participar de las dos mesas, de la del Señor y de la de los demonios. ¿Vamos a provocar al Señor? ¿Es que somos más fuertes que él?” Si Dios fuese contrario a la razón, el hombre en vez de hijo de Dios sería un esquizofrénico natural, que tan pronto amaría intensamente al necesitado en nombre de Dios, como cortaría el cuello al vecino en el mismo nombre. Cristo ofreció el único y definitivo sacrificio por toda la humanidad, es la verdad que los cristianos proponemos, no imponemos (como nos recordaba Juan Pablo II en Cuatro Vientos). ¿Qué harían los musulmanes que se acercan a Cáritas de mi parroquia si nosotros nos “enfadásemos”? Pero eso no ocurrirá.

Hoy tengo que pedir a Santa María que consuele al Santo padre, que seguro que está sufriendo, y nos ayude a todos a dar frutos de buenas obras.