28/02/2007, Miércoles de la 1ª semana de Cuaresma
Jonás 3, 1 -10, Sal 50, 3-4. 12-13. 18-19, san Lucas 11, 29-32

Cada día me doy cuenta de que hay mucha gente buena a mi alrededor (aunque también hay unos cuantos que habría que echarles de comer aparte), gente rezadora, entregada, sacrificada, humilde, sencilla, en definitiva, unos santitos en vida. A veces cuando hablo con otros sacerdotes acabamos constatando lo mismo; casi los peores de nuestras parroquias somos los sacerdotes, nos quejamos de todo y de todos y eso que estamos en el candelero. Sin embargo, a la sombra, discretamente, en una confesión hecha con verdadero fervor, en un entrar a la Iglesia cuando crees que no habrá nadie y allí te encuentras a uno de rodillas, cuando les ves luchar, llenos de cariño, con sus hijos y con sus abuelos, están los que están tirando de la Iglesia hacia delante. A las lectoras les diré que, al menos que yo vea, son más muchas que muchos.

“Vino la palabra del Señor sobre Jonás: – «Levántate y vete a Ninive, la gran ciudad, y predícale el mensaje que te digo.» Se levantó Jonás y fue a Nínive, como mandó el Señor.” La liturgia es bondadosa con Jonás. El libro es muy cortito, sólo cuatro capítulos, y os animo a que lo leáis. Hoy Jonás queda estupendamente, quien no sepa más de él quedará encantado. Pero Jonás, ante la primera llamada del Señor lo primero que hace es marcharse en dirección contraria. Cuando le arrojan por la borda se lo traga un pez que lo deja en las orillas de Nínive, y después de que la ciudad se convirtiera se queja al Señor por no haber castigado a los ninivitas. ¡Un sol de profeta! Pero hasta de él se vale el Señor, hasta cuenta con nosotros. La Cuaresma es un buen momento para hacer examen de nuestra disponibilidad a los que Dios quiere de nosotros. Cada día me convenzo más que la Iglesia no depende de nosotros, no se sustenta gracias a nuestra generosidad, entrega y bien hacer, sino que el Espíritu Santo hace y deshace a pesar de los pesares, a pesar de nosotros, y bien que se nota.

Para los momentos bajos podemos fijarnos en Jonás, pero hay que huir de los bajones y mirar hacia arriba: “aquí hay uno que es más que Jonás.” No me cansaré – a mi me está sirviendo-, de repetir que el Papa nos anima esta cuaresma a mirar a Cristo crucificado. Jesucristo no es el remolón, el que haga las cosas porque no le quede más remedio o el que las sufre con paciencia. El Señor dice : “aquí estoy para hacer tu voluntad.” Ama apasionadamente la voluntad de Dios Padre y aunque desee que “pase de Él ese cáliz” no duda en cogerlo con las dos manos y beberlos hasta apurarlo completamente. Ojalá el Espíritu Santo nos concediera el levantarnos cada mañana y decir: “Señor, ¿qué quieres que haga?” y lanzarnos de cabeza a cumplir la voluntad de Dios. Que podamos darnos hasta que nos duela, que no temamos entregarnos aunque nos desagrade o nos parezca tan cuesta arriba que nunca llegaremos a la cima. Porque, una vez que tienes la intención, te das cuenta que “el yugo es llevadero y la carga ligera,” pues ya la lleva Cristo sobre sus hombros.

“Esta generación es una generación perversa. Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás. Como Jonás fue un signo para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para esta generación.” Cristo resucitó a los tres días de estar en el seno de la tierra, aunque algunos se empeñen en negarlo. Nuestra generación también necesita el signo de vidas engullidas por el amor de Dios, con una caridad ardiente, una disponibilidad completamente, un desaparecer para el mundo para transformarlo desde el silencio y la oración.

Para quien se acerca a nuestra Madre la virgen de corazón, sin reparos, queda asombrado por su ocultamiento, siendo pieza central en la redención del mundo. Pidámosle a ella que sepamos hacer siempre la voluntad de Dios y ser un signo, escondido pero patente, para el mundo de hoy. A pesar de los pesares.