08/04/2007, Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor: Misa del día
Hechos de los apóstoles 10, 34a. 37-43, Sal 117, 1-2. l6ab-17. 22-23, Colosenses 3, 1-4, san Juan 20, 1-9

Anoche se rompieron las tinieblas, y se rompió el silencio. Muchas veces nos preguntamos ¿Por qué Dios calla ante el sufrimiento del inocente, ante las catástrofes, ante la aparente victoria de los malvados? Dios no calla, grita y sigue gritando al hombre, desde la tumba vacía.

En la Vigilia Pascual recorríamos la historia de la salvación, las promesas de Dios que se van cumpliendo, hasta que se Cumple la Promesa (así, con mayúsculas). A veces buscamos extrañas explicaciones, y tenemos la salvación tan cerca, “que no sabemos dónde la han puesto.” El Señor cumple, Dios no abandona a los abatidos, no deja sin herencia a los desheredados, no olvida a los últimos. Sólo hay que saber buscar.

“Vio y creyó.” Así de simple lo expresa San Juan. Lo que había visto antes, unido a María, el cuerpo destrozado de Cristo, su agonía, su muerte, su cuerpo colocado en el sepulcro, se vuelven para él un motivo de credibilidad. También nosotros creeremos cuando partamos de nuestra miseria, de nuestro pecado, de la maldad que parece dominar el mundo, de las injusticias y desmanes de todo tipo que se dan en nuestro alrededor. En un mundo así sólo se puede encontrar a Dios cuando nos encontramos con la misericordia, cuando descubrimos que la muerte no tiene la última palabra, cuando vemos el sepulcro vacío de nuestras iniquidades por la asombrosa misericordia de Dios, que permanece en su Iglesia.

Se cumplió. Ya no vivimos de una esperanza hueca, sino de una esperanza preñada de realidad. Dios, como no podía ser de otra manera, ha dado el primer paso, ahora sólo nos toca seguirle. Dios cumple sus promesas y de la debilidad saca Él su fortaleza, de los incrédulos hace creyentes, de los indecisos, los pilares de su Iglesia.

Tenemos cincuenta días por delante para disfrutar de la maravilla de Dios Padre, de Jesucristo resucitado, del Espíritu Santo que se apresta para irrumpir en la humanidad, como lo hizo un día en las entrañas de María.

La resurrección no es un hecho “ahistórico,” como algunos se empeñan en proclamar sin saber muy bien si están sobre, ante, bajo, cabe, con o contra la historia. Es un hecho indiscutible: el sepulcro está vacío, el resucitado se ha dado a conocer, dos mil años después seguimos viviendo de la realidad de ese hecho.

Disfruta hoy de Cristo resucitado. Siéntete perplejo como los apóstoles y las santas mujeres, pero siente también la alegría de María, que jamás había perdido la certeza de que Dios hace proezas con su brazo.