11/04/2007, Miércoles de la Octava de Pascua
Hechos de los apóstoles 3, 1-10, Sal 104, 1-2. 3-4. 6-7. 8-9, san Lucas 24, 13-35

Los jóvenes de mi parroquia son muy buenos, pero son un desastre. Es culpa mía y pido perdón cada día. Son unos animadores estupendos, pero creo que no se han encontrado con Jesús. Saben muchas cosas, pero muchas otras les distraen. Y a la hora de llevar un grupo de adolescentes les hablan del consumismo, de las drogas, de las diversiones, … pero les falta rematar. Jesús se convierte en un añadido al margen de todo eso. Y claro, los grupos nacen y, al poco, mueren de inanición. La moral o los moralismos no alimentan el alma. Son consecuencia de lo que se cree. No se cree en Dios por ser bueno, se suele ser santo cuando se cree. Es muy distinto.

“Cleofás, le replicó: – «¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no sabes lo que ha pasado allí estos días?» Él les preguntó: – «¿Qué?» Ellos le contestaron: – «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; como lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves: hace ya dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado: pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron.» Entonces Jesús les dijo: – «¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?» Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura.” Perdonar una cita tan larga. Pero me encanta es “¿Qué?” de Jesús. Es la respuesta que Dios da a los desencantados, a los descreídos, a los vacilantes en su fe. Cuando nos quejamos a Dios por lo que pasa nos responde “¿Qué?” Y es que nosotros, como Cleofás y su compañero, no nos hemos enterado de nada.

“A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron.” Jesús es como la pieza que falta de un puzzle, como la piedra clave de un arco, que da sentido y sujeta toda la vida. Si no tenemos a Cristo el puzzle no encaja, el arco se viene abajo. Pero con Él todo tiene sentido. Se recuperan fuerzas y el paso cansino que nos apartaba de la Vida se convierte en fuerza, en energía para volver a anunciarlo.

«No tengo plata ni oro, te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo Nazareno, echa a andar.» En la Eucaristía recibimos sólo a Cristo. ¿Sólo? ¡Qué más podemos desear! Si en esta Pascua hacemos de la Eucaristía el auténtico centro de nuestra vida, poniendo en el altar nuestros anhelos, esperanzas, ilusiones y proyectos, junto a nuestras decepciones, fracasos e incomprensiones, Cristo será la pieza clave que da sentido a todo.

María tuvo en sus manos a Jesús niño y a Jesús muerto. Ahora nos ofrece en sus manos a Jesús resucitado. Ojalá sólo hablásemos de Cristo, ojalá Jesús nunca sea un añadido, sino el comienzo, el nudo y el desenlace de nuestro discurso y de nuestra vida.